martes, 9 de septiembre de 2008

Suerte para la próxima

Hola de nuevo. ¿Por qué estoy escribiendo aquí otra vez? Parece que nadie lee este blog. La ventaja de ser yo es que realmente no me importa. Escribo porque me gusta hacerlo; escribo para mi, y bueno, si alguien lo lee es un bono.
En todo caso, hoy tengo una queja para el mundo. No tengo suerte. Ni un poquito. Conozco gente que tiene mucha suerte: encuentran billetes de cien en la calle, cuando tienen problemas siempre encuentran una salida fácil... salen ganando, y a ellos no les cuesta. No tienen que ser muy listos, ni necesitan esforzarse. Sólo ganan. Triunfan. Reciben los mejores tratos porque sí, porque tienen suerte.
¿No les ha pasado algo con eso? A mí me pasa constantemente. Cuando juego Poker en aquel sitio que anuncian tanto en la tele, pierdo inevitablemente. Aún cuando tengo un par alto -aces, reyes-, siempre llega la última carta para redimir a un jugador que tenía un par más bajo y que termina con dos pares. Pierdo. Como no les veo las caras, no puedo saber nunca qué clase de juego pueden tener, y con mi pura suerte no me basta para ganar. En cambio, muchos de esos sujetos con los que juego tienen una suerte que... para que hablar.
Y eso no es todo. Hay un dicho que dice: Suerte en el juego o suerte en el amor. Tristemente, puedo decirles que eso es falso. No tengo suerte en ninguna de las dos. Y no es que no me pelen, porque eso no depende de la suerte sino del trabajo que uno hace al ligar. El problema es que siempre me enredo con locas: celosas, posesivas, neuróticas o ladronas. Y -antes de que lo pregunten- no, no es que yo las busque así. Es suerte.
Otra cosa que me asusta de la suerte es que es completamente aleatoria. A veces es muy buena, a veces mala; para unos es mejor y para otros peor. ¿No dijo Alejandro Magno que la suerte favorece al valiente? Se equivocó. Mucho. La suerte nos trata como quiere, y puede hacer lo que le plazca con nosotros. A veces parece que nos va a ir bien; que nada puede salir mal: digamos, una entrevista de trabajo. Ropa limpia, arreglado, listo para cualquier pregunta. Sales con tiempo, hace un día soleado. Pero nunca creas en que la suerte está de tu lado, porque miente. En cuanto sales, te das cuenta que, por alguna extrañísima razón, tu choche no arranca. Ni modo. Pero no termina ahí. El camión no pasa, y no va a pasar hasta unos treinta minutos más tarde. Y si tomas taxi, seguro va a haber una marcha, o un trailer se va a atorar en cualquier avenida. La vida esa así.
Bueno, lamento haberme gastado mi entrada de hoy en una cosa tan simple, pero bueno, es mi blog y yo lo escribo así que, si no les gustó... SUERTE PARA LA PRÓXIMA.

1 comentario:

Ruano dijo...

¿Cuántas, señor lector, son las que esperan sentadas la redención?, que ¿acaso no es la suerte un tipo de destino?, ¿No somos libres?, ¿No tenemos que levantarnos a buscar la salvación en los senos de todas?, ¿No es nuestro destino tener otro destino? Responda señor, ¿Por qué agachar la cabeza?