miércoles, 17 de septiembre de 2008

Espejito, espejito...

Hoy, como ya es costumbre, estoy tipeando en este, su blogsito de confianza. Antes de empezar con mi entrada, les comento que llevo ya un buen rato sin poder hacer que los malditos Gadget's funcionen. Es gracioso, pero también me apena un poco. En todo caso, me gusta pensar que quién sea que lee este blog lo hace por sus contenidos y por las jaladas que aparecen de vez en cuando, y no por los cuadritos mágicos que deberían salir al lado del texto.
Bueno, empiezo ya. Todos, o casi todos, llevamos dentro una de las creaturas más aterradoras y peligrosas del mundo. Un verdadero monstruo. Se llama Ego. Oh, sí; dentro de nosotros hay una vanidad arrolladora, que se manifiesta en miles de aspectos de nuestra vida: que si estoy a dieta, que si me siento gordo, que si te presumo mi ropa/coche/dinero, que si soy inteligente, que si sé hacer ésto o el otro. Queremos darnos a notar, que nos acepten y hasta que nos admiren. Eso es parte de la naturaleza del ser vivo. Pero los humanos lo han llevado a extremos increíbles. Se han inventado perfumes con feromonas, tangas, cirujía plástica, autos (hechos para lucir más que para transportarse), y mil otras cosas que podemos presumir. Y, por extraño que parezca, podemos presumir hasta de babosadas: el que come más, o el que es más huevón, y para verdaderas joyas del Ego, he oído a algunos presumir sus pedos (en el sentido más literal de la palabra).
Ahora, ¿qué nos hace tan presuntuosos? No lo sé. La vida misma, quizás. Pero el punto es que no podemos evitar serlo, y serlo por lo que sea. Sean honestos, ¿se acuerdan de las primeras citas? ¿A poco no se visten con cierta... elegancia que normalmente no encuentra uno en el guardarropa de diario? O, cuando van a una fiesta, ¿han ido con pants? No, porque estamos pensando en impresionar. ¡Santa vanidad! O, alejándonos un poco del aspecto físico, quién no se siente orgulloso cuando tiene cualquier cosa que presumir: si el hijo saca diez, si me compré un coche, que si gano tanto en mi trabajo. Recuerdo que, en secu o prepa siempre existe un sistema que parece de castas y que se basa en lo que uno es capaz de presumir.
Recuerden al amigo que todos tienen: el famosísimo 'uno más que tú'. Si le digo que fui a una fiesta y que me ligué a una chava, él fue a una fiesta exclusivísima y se ligó a diez modelos, eso si no vio primero a Martha Higareda. Si conseguí trabajo en una empresa que me paga bien, él de seguro fue llamado personalmente por Bill Gates para administrar Microsoft. Y ni hablarle del coche que compré, porque él acaba de conseguirse un BMW Z4 o un Ferrari. Obviamente, mucho de lo que pueda contar el 'Uno más que tú' es mentira, pero la intención de destacar es verdadera.
Es sorprendente todo lo que hacemos para destacar entre la multitud. Buscamos una novia que parezca una tenista rusa, las mujeres buscan un hombre que parezca clonado de Brad Pitt, y luego invitamos a nuestros amigos a cualquier lado solamente para que nos vean con ella/él. Pero lo peor del caso es que, muchas veces, les seguimos el juego. De verdad admiramos (o envidiamos) lo que puede tener el otro, y automáticamente queremos tener lo mismo. Es algo que no puedo explicar del todo, pero que todos hemos vivido alguna vez.
Ahora que lo cuento, me da risa, pero cuando me ha tocado presumir (o que me presuman) me lo tomo con mucha seriedad. Es la oportunidad que todos buscamos de ser, aunque sea por 10 minutos, los héroes del círculo de amigos, ser el triunfador. Sentirse especial, por ser o tener algo que otros no tienen y demostrárselo al mundo. Y no se sientan mal; es algo natural. Muchos animales lo hacen para aparearse o ganar posición en su grupo. Pero eso sí, dense cuenta de cuando presuman una estupidez, para que luego tengan algo que contarle a sus amigos y a su humilde servidor de sombrero elegante.

1 comentario:

Ruano dijo...

Mire señor lector, será que por ser más lector que otros escritores tiene usted razón. Fíjese bien en el tema, en los comentarios, y este espacio, más allá de ser un espacio "pseudoliterario", se ha convertido en un recipiente de verdades, y usted, señor lector, ha dicho una verdad, todos queremos ser héroes. Pero después de un rato abuerre, jajajajajaja, o ¿no?