jueves, 25 de septiembre de 2008

No te claves (y no hablo de martillos)

Hola, amiguitos de Internet. De nuevo ando aquí escribiéndoles, hoy sí con energía, en su blogsito de confianza. Las babosadas de ayer, malas pero necesarias, me dieron una idea de la que puedo hablar: el enamoramiento. Nótese que dije ENAMORAMIENTO, NO AMOR.
¿Se acuerdan cuando conocieron a su novi@, espos@, parej@, o cualquier otro tipo de compañero amoroso? ¿O creen que conocieron a la persona ideal? ¿Cómo fue? ¿Qué sintieron? Les aseguro que muchísimas cosas. De entrada, igual y no pasa nada. Pero poco a poquito nos vamos comenzando a sugestionar de formas muy diversas (¿a poco no?): nos comenzamos a imaginar como es esa persona; le damos características que nos gustan aunque no más la hayamos visto una vez. O nos empezamos a ilusionar con que el objeto de deseo nos haga caso y hasta soñamos cómo va a ser nuestra relación con el(la), ¡incluso a largo plazo!
Sorprendente lo que hacemos. Pero estos inconscientes debrayes son solamente una parte de lo que sucede cuando comenzamos a clavarnos con alguien. Hay mejores locuras para contarles: Acabas de conocer a X. Nunca l@ habías visto , o quizás convivías con el(la) desde antes, pero aunque en un principio te daba completamente igual si estaba o no; si se veían o no, ahora te parece importante que, mínimo, se crucen sus ojos. ¡Dios mío! Una persona que antes no significaba nada para ti pasa a convertirse en un eje de tu vida diaria nada más porque... ¿por qué?
Esa es una buena pregunta. ¿Por qué nos enamoramos? No lo sé. Es raro que sólo necesitas ver o cruzar unas palabritas, que ni tienen que ser interesantes, para que alguien te guste. Y se me hace raro porque uno esperaría que aparezca la atracción cuando la conoces: ya que sabes quién es y, más importante, cómo es. Ahora, es cosa de segundos. ¿Por qué? Algunos dicen que las tan mencionadas 'Feromonas' son las responsables, pero no me consta, porque venden perfumes con las dichosas Feromonas y, seamos sinceros, si funcionaran habrían muchos más feos con pegue. Y eso nos lleva a otra teoría: la superficialidad. Todos nos enamoramos del físico. Cuando él/ella se ve bien, siempre tiene más pretendientes. Ahora, eso se puede descartar también, al menos en escencia, porque me ha tocado ver que hay quien se enamora de alguien no tan fisicamente agraciado.
¿Entonces? ¿La personalidad? No, porque, repito, basta ver a la persona unas pocas veces. ¿El espíritu? Podría ser, pero entonces ¿por qué luego duran tan poco los romances? ¿El interés? Bueno, existe y lo conocemos, pero el enamoramiento por interés orita no cuenta, porque no tiene esos síntomas que dije antes.
Parece que estamos ante un misterio de la humanidad. ¿Qué nos hace clavarnos con X o Y? No lo sé. Lo que si sé es que no es permanente. Muchas veces tenemos casos de 'amores' que parecieran dignos de novelas o películas y que, a la larga, no prosperan. Porque el enamoramiento es algo efímero por definición. ¿Y cómo no, si te estás imaginando una vida al lado de alguien que ni conoces? No sabes qué le gusta, qué no le gusta, qué hace y cómo lo hace. En un principio, por el enamoramiento, todo lo que haga te va a parecer maravilloso, perfecto y hasta vas a creer que te gusta todo lo que dice, hace y es, aunque en tu vecino de al lado detestes las mismas actitudes. Pero cuando se le acaba la gasolina a nuestra pasión todos los príncipes y princesas se vuelven sapitos (o no, porque el amor de verdad puede aparecer).
Eso es todo por hoy. Queda mucho por decir de este tema; no por nada se han escrito tantas novelas, canciones, películas y poemas de amor y pasión, pero tenemos tiempo. Además, les doy chance de que piensen y se acuerden de cuando se enamoraron de X. ¿Se acuerdan? Les aseguro que muchos hasta se imaginaron viviendo con esa persona y, por qué no, hasta la boda.

No hay comentarios: