martes, 23 de septiembre de 2008

El peatón no es un tope...

'¿Están listos, chicos? Sí, capitán, estamos listos.' Me preguntó por qué habré empezado con la canción de Bob Esponja. Bueno, comencemos.
Hace mucho tiempo, cuando la vida era más lenta y los coches eran un artefacto que parecía ciencia-ficción, la gente solía caminar más. Cierto, la ciudad era otra, no había tantas prisas, menos gente, etc.; pero el punto es que había más calma, menos contaminación y bueno, mucho menos ruido de claxonazos. Pero bueno, vivimos en el S. XXI.
En todo caso, es muy triste que la cultura del automóvil se haya vuelto una réplica del Pandemonio. Y lo digo porque tener un coche pasó de ser una cosa muy chida (todavía es bueno, pero menos) a ser una carga. El tráfico está pesadísimo, el calor basta para cocinar en el asfalto y ni hablar de los altos precios de la gasolina y la maldita TENENCIA. Tener un coche es una necesidad, pero al mismo tiempo es un gasto tremendo mantenerlo, es cansado usarlo y ya no te emociona manejar, porque aunque tengas 300 hp (caballos de fuerza) tienes que ir a vuelta de rueda, porque hay cientos de otros automovilistas que tampoco pueden avanzar.
Estas situaciones ponen muy tensos a los choferes (si no me creen, pregúntenle al microbusero), y eso también repercute en nuestra cultura vial. Hay mucha violencia innecesaria entre conductores: claxonazos, gritos, insultos y luego hasta peleas. Oh, sí. Pero, lo que es peor, las cosas también afectan a los inocentes (no todos, lo admito) peatones.
Quien no ha visto un carrito pasándose el alto aún cuando haya gente atravesándose no ha vivido en nuestra ciudad. Otro show que es muy común aquí es que, en lugar de cederle el paso al amiguito a pie, el hombre del auto siempre tiende a imponerse, aunque el sea uno y la gente que camina sea numerosa. O, por ejemplo, ¿les ha tocado que los cochecitos se pongan en el paso peatonal? Obvio que sí, porque como el auto pesa una tonelada y una persona no, no hay peligro para el conductor. Es verdaderamente sorprendente (y triste) como nos hemos dedicado a convertir las calles en una tiranía automovilística: las banquetas son cada vez más chicas, los autos cada vez son más y los accidentes también.
Claro, el peatón tampoco es un santo. Los puentes peatonales, hechos para salvaguardar la vida del caminante, están abandonados, porque la gente 'huevoncita' dice: 'Pa que me subo... me canso. Mejor me cruzo a lo bestia.' Cuando cruzan, vuelve a salir la flojera. 'Me voy lento. Total, que los coches se esperen.' Como ven, todos tenemos un papel cruel en esta historia. Nadie es realmente cooperativo, y por eso nuestras vialidades y nuestra cultura cívica están del nabo.
Y no olvidemos el papel de nuestros gobernantes. A Marcelino 'pan y vino' Ebrard se le ocurrió arreglar el centro histórico, y hay muchas calles que no están funcionando, pero eso sí, no hay ambulantes. Y no olvidemos las obras del Circuito, las del tren Suburbano (que arruinaron Avenida Jardín permanentemente, muy a mi pesar), las del metrobús, etc. Y lo malo no es que arreglen. Eso, de hecho, es bueno; pero avanzan al ritmo de los ciclos geológicos. Pangea se va a volver a unir antes de que terminen, porque los obreros no más trabajan en las horas pico, y en cambio, cuando no hay nadie, ellos prefieren descansar.
Ni modo; no podemos cambiarlo con magia. Pero eso sí, sean conscientes de lo que hacen. Traten de no ser parte del problema, sino de la solución. Es difícil, pero ¿qué cosa no lo es?

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