Mostrando entradas con la etiqueta sentido. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sentido. Mostrar todas las entradas

domingo, 3 de abril de 2011

Alfie, pero Región 4

No es la recomendación del mes, pero no les hará daño ver esta gran película: Alfie, con Jude Law. Es un refrito de una película del 66, creo, con Michael Caine... que no he visto. La veré un día de estos.

Pero de eso no voy a hablar. Voy a hablar, como suelo hacerlo, de mi vida y mis percepciones de la naturaleza humana. Empezaré por lo más justo y correcto: por alguna extraña razón me enamoré. Aún no diré de quién, porque nadie conoce a esta chica... y si llega al blog por error no quiero que piense que soy un acosador. No lo soy, obviamente, pero -ese es el tema de hoy- las mujeres son muy, muy sensibles respecto de ciertas cosas. Justo de eso voy a hablar... o escribir.

Se han hecho muchas películas, novelas, cuentos, etc. acerca de hombres seductores. También hay grandes seductoras, pero de eso hablaremos otro día. Las dos que más voy a citar hoy son Hitch, con Will Smith, y Alfie, con Jude Law. Estas películas siempre nos muestran a hombres guapos, carismáticos, divertidos y que consiguen a cualquier chica. Mencionan una serie de preceptos y detalles que les abren las puertas al cielo, y luego muestran en pantalla los resultados. Esto, obviamente, funciona. Y no es un error; no me comí un 'NO'. Con las debidas reservas que hay que hacer, teniendo en cuenta que toda película es una ficción, los elementos básicos de estas películas -y muchas otras- son ciertos. La manera en que uno se comporta le puede ganar el afecto de una dama. Sí. Manejarse con seguridad, mostrarle a ella una faceta que 'refleja' algo que ella busca es la base de la seducción.

No están ustedes para saberlo, pero yo sí estoy para contarlo. Después de todo, para eso es este blog. Yo soy bastante bueno para seducir. Hablo muy bien, soy muy carismático -modestia aparte- y en general soy bastante rápido para leer a las personas y pensar. Todo esto me convirtió en un pequeño Alfie de la vida real. Pero, para los que ya vieron la película, saben como termina. Los que no, yo no quemo nunca un final de película, así que véanla.

Hitch, por otro lado, dice una frase muy clara y verdadera: hoy en día no puedes llegar y decirle a una chava que te gusta. Hombres, saben de lo que hablo. Mujeres, no lo nieguen. Si a ella no le gustas tú cuando se lo dices, tus posibilidades de ganar bajan dramáticamente. Es entonces trabajo del hombre hacer que ella se enamore de ti, para que luego tú puedas decirle que te gusta. Es complicado: requiere de mucho trabajo. En todo caso, con un buen as bajo la manga, será fácil. El asunto es, repito, que seducir no tiene que ver con que la gente se enamore de ti. Muchas veces ni siquiera te conocen, porque el buen seductor vende un producto que cambia y se adapta a las necesidades de la compradora. Pero el producto no es el anunciante, y cuando la mujer se da cuenta de esto [o uno se cansa de ser lo que prometió], pues se hunde el barquito.

Así pues, llegamos a la necesidad de encontrar un punto medio. Volverse atractivo para la chica, pero dejando la suficiente verdad para que se pueda construir una relación sólida. Suena simple. Es complicado. Conozco a mucha gente, y muchos de ellos tienen este problema. Algunos, como es evidente, no lo tienen. Aquí me entra la curiosidad: ¿es que la suerte es necesaria para triunfar en el amor? ¿Necesitas encontrar la pareja adecuada? ¿O simple y sencillamente es cuestión de voluntad? He visto relaciones largas y aparentemente estables estallar como granada, y otras consumirse como candela. He visto también relaciones que se fortalecen. ¿Por qué es esto? ¿Qué tienen unos que no tengan los otros? La naturaleza del amor es esquiva. A veces me pregunto hasta dónde podemos dar una definición universal del amor, ya que cada quien tiene metas y necesidades distintas. ¿Acaso todos los zapatos vienen en la misma talla y el mismo modelo? LA reflexión básica es, en este caso, si amar es una decisión o un acto fortuito.

Yo, por mi parte, no creo en el amor a primera vista. Pese a eso, estoy soñando con una chica con la que he hablado una vez. Una sola. LA veo de vez en cuando, pero siempre pasa algo que evita que conversemos. Y, francamente, quiero entablar una relación con ella. Una de verdad. Entonces, a media escalera, me pregunto: ¿qué va a pasar? Esto no quiere decir que dude en lo que voy a hacer. Es algo más grande. Mi duda real es: ¿el amor depende de dos? ¿Existe la famosa 'media naranja'? O un hombre sólo llega, da lo mejor a una mujer y ambos deciden, independientemente de quiénes son, establecer un vínculo. No lo sé. Al final sé solamente que todo esto se resume en seis palabras:

¿El amor nace, o se hace?

sábado, 27 de junio de 2009

Periodos Vacacionales

Es una cosa rara ya no tener que ir a la escuela. O al trabajo... Pero lo mas raro es lo que pasa con esto, porque cuando uno esta chambeando, se queja del trabajo hasta con sus zapatos. Que el jefe, que los maestros, que la tarea, que la ida, que la vuelta... todo es queja. Llegan las vacaciones, y aunque al principio es descanso, diversión, bla bla bla, al rato ya están hartos de no tener nada qué hacer. No puedo decir, al final, que sea una ley, pero muchas veces la gente se queja no importa lo que pase. Es cierto.

Yo no sé hasta que punto se puede hablar de que las vacaciones sean divertidas o no, pero, pese al título de este breve comentario, soy el sombrerero y hablo, normalmente, de la naturaleza humana. La gente es quejosa en extremo, pero más allá de eso, es medio mensa cuando se aburre. ¿Por qué, preguntarán algunos insulsos y otros no tan insulsos? Porque eso significa que sólo saben entretenerse haciendo cosas cuando les dicen que las tienen que hacer. Obviamente esto no les sucede a todos, pero conozco a varios que no son capaces de tener pasatiempos o actividades que no les impongan las situaciones externas. ¡Disfruten su libertad, creaturitas de Dios! Los oigo quejarse de que no tienen tiempo para dedicarse a sus pasiones, pero ya que tienen tiempo, no lo hacen. No más se quedan como leones enjaulados, esperando que algo suceda. Porque, como no están obligados a hacerlo, dicen: "mañana lo hago", "el lunes", "al ratito".

Otra cosa que me fastidia, es que hay gente que no sabe estar sola. No es malo buscar la compañía, pero hay gente que no tiene pasatiempos propios. Yo, gracias al cielo, soy escritor, y aunque me gusta platicar con mis amigos, contarles chistes absurdos o mis aventurillas desgraciadas, también sé pasar tiempo conmigo mismo leyendo, escribiendo (mis libros, que ya espero publicar el primero pronto, o comentarios para mi blog), viendo películas... claro, no se trata de aislarse, sino de adaptarse. A veces mis amigos se van de vacaciones a conocidos puertos de la república y yo me quedo solo, entonces hago cosas solo. A veces me toca juntarme con la banda, ponerse al corriente con las 'amiguitas' o cosas por el estilo, pero siempre busco tener algo que hacer para no estar tirado en mi sillón como un costal de papas.

¿Alguno de ustedes se aburre en vacaciones? Creo que también tiene que ver con que nos limitamos a pensar en lo que 'podemos pagar'. Varios museos son gratis, el zoológico (que obviamente a algunos no les atraerá, pero yo soy el mega fan del reino animal), el teatro suele ser muy barato (pero como sólo pensamos en las obras de moda, que son un poco más caras...). Nunca pensamos en que hay muchas cosas que podemos hacer de 'a grapa', pero también admitamos que a veces no le ponemos interés a buscar cosas que hacer. ¿Cuantos de ustedes conocen la revista "Tiempo Libre"? ¿Y cuantos la compran? ¿Y cuantos visitan lo que ven allí?
Quizás muchos o quizás pocos, pero los aliento a todos a que cambien... estas vacaciones no hagan lo mismo de siempre. Busquen hacer algo nuevo, lo que nunca han hecho... capaz que les gusta.
Vayan a conocer nuevos lugares... ¿de verdad creen que conocen toda la ciudad de México? Piénsenlo de nuevo.

Al final, no puedo decirles qué hacer o como, o donde ni con quien, pero les puedo decir esto: no se limiten. LA cosa con la diversión es nada más decidirse. Vayan a donde nunca han ido. Si no tienen nada qué hacer, no se queden pensando en lo que no pueden hacer. Busquen algo, por ridículo que sea, y háganlo... así empecé a escribir en mi blogsito, y ahora me entretengo con esto. Atrévanse a hacer algo, en vez de quedarse aburriéndose cuando hayan agotado los pasatiempos comunes. No tengan miedo de hacer algo nuevo. Es mejor que no hacer nada.

jueves, 4 de junio de 2009

Las mejores maneras de burlarse del Stress

Oh, sí. Estamos de vuelta, lectores ávidos de distracciones. Ya que lo prometido es deuda, y las deudas de honor hay que cumplirlas, aquí están las 10 maneras de evitar el Stress...

1. - Si el trabajo te estresa... evítalo. Suena simple, sí, pero evitar el trabajo es un arte. Las mejores maneras de hacerlo, curiosamente, consisten en fingir que uno se está esmerando realmente para llevarlo a cabo. Los que tienden, como yo, a la pereza legendaria, sabrán que si la gente te ve 'echándola' luego luego se te van encima con los látigos. En cambio, si le dices a tu compañero de oficina que tienes que terminar los reportes, o si en la escuela te ve 'tomando notas', ni te va a interrumpir, aunque estés leyendo tu blogsito de confianza. Lo mejor de todo es poner cara de, irónicamente, estresado, y si alguien te habla le dices "Espérate, que estoy ocupado". El bono es que, cuando dejes de fingir, te van a premiar por responsable. 

2. - Si sientes que la situación a la que vas a enfrentarte te supera, haz lo que yo. No le prestes atención hasta que sea imposible postergarlo. Obvio, no podrás evitarlo por siempre, pero mientras mejores sean tus excusas, mejor saldrá todo. Lo mejor de esta jugada es que si te haces 'pato' lo suficiente, alguien terminará haciendo las cosas por ti. Trata de que no noten tus intenciones.

3. - Pásale tu estrés a los otros. No dejes que tu pareja, tus amigos o tus familiares te carguen la mano. Si algo que dicen te empieza a presionar, aprovecha para rebortarlo. Por ejemplo, cuando alguien te recuerda que tienes mucho papeleo por hacer, miéntele descaradamente: dile que ya terminaste, que fue fácil y recuérdale que lo que tiene que hacer él (o ella) es aún peor. Si no es posible, recurre a técnicas avanzadas como 'el cobro de favores', que te permitirá deslizarle tu trabajo a ese vil capataz. Trata de buscar, por lo mismo, que la gente te deba favores: haz cosas pequeñas por ellos, y deja que carguen con las verdaderas tareas.

4. - Convence a tu novi@ de que la mejor cita que pueden tener es en su casa, dándote un masaje de pies y quizas algo más. Olvida los planes, el tráfico, los gastos de comida y gasolina y la crisis económica que vive el país. Recurre a los versos amorosos de Sabines y Neruda para convencer a tu pareja de que una velada romántica cumpliéndote tus caprichos es el sueño de su vida. Si la poesía no es lo tuyo, renta películas con Sandra Bullock, Tom Hanks, Hugh Grant o Julia Roberts. Éxito casi garantizado. Por cierto, recuérdale que nadie prepara lastortas/palomitas/bocadillosaleatorios/sincronizadas como él-ella.

5. - No tengas horarios. Ésta es una difícil, porque para todo hay, tristemente, tiempos marcados. Pero trata de improvisar de vez en cuando. Salir de tu apretada rutina para comer en un lugar diferente, llegar más tarde a algún lugar, o incluso más temprano. El chiste es que no pienses en el tiempo, para que no sientas la presión de que no llegas. Por motivos obvios, aplica esta jugada en el metro. Si ves que el vagón está lleno, mejor espera el que sigue: viajarás mejor, y aunque llegues tarde unos minutos, todo lo que resta del día vas a estar más feliz. Confía en mi.

6. - Sé (o aparenta ser) inteligente. Por alguna razón, muchas veces se le exige menos esfuerzo a los más brillantes. La gente que te quiera va a tratar de aprender de ti, y quien te odie tratará de superarte. En el proceso, puedes manipularlos para que 'demuestren sus capacidades' en tareas que te correspondían a ti. Y si no, al menos verás que te es más fácil delegar, basándote en tu 'liderazgo'. Tu pones el talento y las ideas, ellos ponen el sudor de su frente. Trato justo.

7. - No los dejes olvidar JAMÁS que la amistad y el cariño son lo más importante. En vez de encerrarte en una impropia soledad, llama a tus amigos y procura reunirte con ellos para estudiar, revisar los proyectos laborales y comer. Para bien o para mal, puedes explotar el hecho de que 'somos muy unidos' para conseguir su ayuda con las cosas que no puedes hacer solo. Sí, podrías pedir ayuda a secas, pero si lo haces como te digo, se darán menos cuenta de que el trabajo en equipo lo hicieron prácticamente solos.

8. - No gastes el dinero que no tienes... mejor gasta el que tienen otros. Persigue cualquier oportunidad de ahorrar gracias a bolsillos ajenos. Si alguien saca copias, pídele que te pague las tuyas con el pretexto de redondear. Luego, le dices que no traes cambio y se lo pasas luego. Es posible que sea tan orgulloso que nunca te cobre los dos pesos. A la hora de comer, no dudes en pedir 'pruebas' de lo que comen otros, para saber que vas a pedir tú. Al final, argumenta que nada te gustó, pero habrás comido un buen bocado gratis.

9. - Date a notar en la oficina/clase. Si todos se dan cuenta de tu presencia, asociarán tu improductiva estancia con productividad, energía o al menos interés. Pero ten cuidado. No te hagas notar demasiado, pues la gente se percatará de que pasas más tiempo contando chistes y platicando que 'trabajando'.

10. - Ante todo, debes recordar lo siguiente: No importa que tan difícil sea una situación, siempre tienes que hacer esto: Lee el blogsito de confianza del Sombrerero Loco en la dosis recomendada por tu almohada de cabecera. Se lo agradecerás toda la vida. 

martes, 4 de noviembre de 2008

Rumbo al bicentenario... y se nos cae el avión

Hola de nuevo, mis amabilísimos lectores. Como lo prometí, me estoy dando tiempo para escribir tan periódicamente como me es posible. Por desgracia, el comentario de hoy es, tristemente, fruto de una tragedia más que nacional, humana.
Como bien saben todos ustedes, me imagino, hoy a las 7 de la noche un avión jet (chiquito, cuando menos) se estrelló en plena calle de Reforma, en nuestra ciudad de México. Las víctimas fueron, hasta donde sé en este momento, solamente los ocho pasajeros entre los que destacaban dos funcionarios del gobierno: Mouriño y Vasconcelos. No soy quien para decir que fueran hombres honestos, ilustres y patriotas; no los conocí personalmente y es muy difícil hacer un juicio de esta categoría con base a lo que se dice. En todo caso, la política tiene fama de sucia, pero ese no es el asunto. El asunto es que ocho personas, dos más famosas que el resto, murieron en un accidente (o atentado, finalmente no podemos descartarlo), y muchas otras, cuarenta más o menos sufrieron heridas o quemaduras de cierta severidad, esto olvidándonos también de los daños materiales.
Repito: no puedo expresar una opinión en cuanto a la calidad moral de los ocupantes del vehículo, pero lo que me parece evidente (creo que a todos) es que este acontecimiento es verdaderamente un horror para la gente de la ciudad. Pese al título de mi texto, que es un tanto 'chistoso', la verdad es que me conmueve tremendamente el hecho de que un avión caiga a media ciudad, por error o por maldad, y cause un desbarajuste en la vida de tantísimas personas: los familiares de los muertos, los de los heridos, la gente que los conocía y hasta los mismos 'atorados' por el bloqueo del tránsito. Sabrá Dios cuales eran las historias de esos, de los cuales seguramente uno necesitaba llegar a las ocho a X lugar por Y razón, y ahora no pudo hacerlo. O el que simplemente presenció el nefasto suceso y ahora nunca (me imagino yo) lo va a poder olvidar.
Si de por si ver la escena en la tele era bien grueso, imagino a los que lo vivieron (y sobrevivieron para contarlo). ¿Qué pensarán? ¿Qué habrán sentido al verlo? Porque digo, uno no va por la calle esperando que le vaya a caer un avión. Y a los que les tocó, a sabiendas de que no se iban a poder escapar, no les quedó más que aguantarse. Gracias a Dios no hubo tantos muertos como pudo haber.
Yo siento repudio por aquellos que, en caso de que fuese un atentado, hayan sido responsables por un acto tan cobarde y escandaloso. Independientemente de quién pudo ser el blanco, la muerte de una persona, y más una muerte tan violenta, y a la vez tan fría; tan cruel y tan insultante (para la misma sociedad) no es nunca algo que se justifique. Ocho muertos y cuarenta heridos es algo que simplemente no debe ignorarse.
Quizás si fue un accidente. Pero en todo caso, la tragedia es igual de grande, porque los muertos no se van a levantar. No puedo decirles que lloren a Mouriño o a Vasconcelos. Igual y ustedes no le van a ese equipo, y la verdad se vale que así sea. Lo que sí les pido es que tomen consciencia de que no se murieron unos panistas, sino ocho personas. A lo mejos los pilotos eran perredistas, o priistas, o abstemios políticos como yo. Pero lo que sí sé es que todos eran personas, a lo mejor con familia y con hijos que, por desgracia, se quedaron esperándolos y no los van a volver a ver.
Lo que vivimos no fue un hecho político; ni siquiera un evento histórico. Más que historia viva, lo que nos tocó esta noche, 4 de octubre de 2008, fue una terrible y fatal realidad. A lo mejor en tres años nadie se va a acordar, ni va a salir en libros de la SEP, ni nada. Pero ahora mismo, hay gente, como ustedes y como yo, cuya vida no va a volver a ser la misma.

Mañana: 'OBAMA VS McCAIN: Victor Maximus'

Por los difuntos y sus familias, los invito a que reflexionen. Hagamos un minuto de silencio, y luego una eternidad de palabras.

jueves, 23 de octubre de 2008

La locura del celular

Hola, mis queridos lectores y amiguitos de Internet. De verdad me apena mucho, como siempre, no estar escribiendo tanto como quisiera, pero mis numerosos problemas no me lo permiten. Por lo mientras, les prometo que voy a escribir mínimo una vez por semana, y ya que se normalice mi tiempo volveré a escribir más seguido.
Antes de empezar con el comentario de hoy, quiero acusar al gobierno del Distrito Federal (nuevamente) de incompetente. Con las nuevas rutas del Metrobús no llega uno más temprano, sino más tarde. Y no sólo eso; va más lleno desde el principio y es más caro. Ese Marcelino 'Pan y vino' ora si se manchó.
Bueno. Entrando al tema. Hoy, durante mis viajes épicos del día a día, me tocó ver una escena que para muchos sería normal, pero no para el hombre del sombrero. Había ocho personas en la fila para recargar las tarjetas del dichoso Metrobús, y todas estaban apretándole botoncitos a sus teléfonos. Unos para marcar, otros para mensajes, otros para música, otros para Internet. Simultáneamente, todos estaban enfrascados en el casi morboso placer de la telefonía celular.
Todos llevaban modelos muy nuevos (y caros), y además se ve que eran de los que nunca se despegan del teléfono. No está mal, pero es muy chistoso ver como nos hemos vuelto tan dependientes de la telefonía celular. Ese pequeño aparato se ha vuelto una cosa esencial de nuestra existencia cotidiana. Ya es raro ver que alguien no tenga un celular, o más, y más raro que no sienta que lo necesita, de una forma u otra.
Este impulso repentino de 'dependencia' al cel se presenta también con otras variantes: el iPod, los blackberry, etc. Pero principalmente con el teléfono celular común y corriente (bueno, no tanto, porque algo que cuesta más de tres mil pesos nunca será común y corriente). Conozco gente que literalmente sufre si no lleva su aparato. Se sienten desnudos; incomunicados del mundo. Han perdido, más que una máquina, su nexo con el mundo moderno, y en algunos casos hasta su identidad. Y no hablo de perderlo, sino de dejarlo en el coche, de quedarse sin batería, de olvidarlo en la cama... Tengo amigos que no acaban de estrenar un teléfono nuevo cuando ya están pensando en el siguiente modelo que van a comprar. Asombroso, de verdad, teniendo en cuenta que muchos de ellos, como yo, nacimos en una era donde todavía existían los teléfonos de ruedita (si no saben de lo que hablo, no tienen edad para beber alcohol legalmente; pregunten a sus abuelos).
Increíble que pasamos, como individuos, unos trece años sin siquiera conocer el celular (al menos ese es mi caso), y ahora no podamos imaginar la vida sin él. Y no hablemos de sociedad, porque la humanidad ha existido desde hace unos 20,000 años y el celular apenas salió en el siglo XX. Fue una revolución mayor que la de la computadora, lo que es decir mucho, porque también creció de la nada hasta volverse una cosa de la que muchos también dependen. No cabe duda de que el celular llegó para quedarse, y posiblemente todavía le queden sorpresas para darnos.
Por ejemplo, oí en un programa de radio que ya se investiga la posibilidad de que los celulares se conviertan en nuestra identidad del futuro: se convertirá en nuestra identificación (adiós al CURP y RFC), por lo que el número será intransferible y completamente personal, a través de el haremos nuestras compras y manejaremos nuestras cuentas bancarias; ese aparato y el concepto que le da vida de verdad pasarán a ser nuestro vínculo con el mundo. Un alma electrónica. Interesante, aunque también algo escalofriante. Recuerdo las novelas de Huxley (Un mundo feliz) y Orwell (1984), no al grado extremo que ahí se muestra, pero sí en el sentido de crear un mundo bastante más mecánico, donde todos nos definimos por un número, en este caso, el del celular.
Pero aún no llegamos a eso. En el hoy, me quedan unas pocas preguntas para invitarlos a reflexionar: ¿el celular es un lujo, o una necesidad? ¿les parece adecuado que nuestro celular se convierta en una herramienta de identificación? ¿qué es, hoy en día, el teléfono celular? Una herramienta, o un juguete de moda... quizás una parte de la vida de un hombre. Un medio por el cual una persona se une a todas las demás, sin importar el momento ni el lugar. Sonará fuerte, pero puede que estemos frente a una de las primeras formas de evolución electrónica del ser humano: un apéndice que nos permite, de cierto modo, fundirnos en una red colectiva; a través de la cual el mundo es pequeñito. Nos pertenece.
Dije una vez 'Todo cabe en un sombrero...', pero comienzo a pensar que donde cabe todo es en la memoria del celular.

miércoles, 8 de octubre de 2008

El tiempo vuela... nosotros caemos

Hola de nuevo. Admito que me asusta un poco el hecho de que de nuevo estoy como empecé en mi blogsito. Veo pocos comentarios... y las encuestas, bueno. En todo caso, tampoco se me hace algo de profunda relevancia, porque ante todo, escribo para mi. Igualmente, me disculpo con aquellos que han querido leer y no encontraron nada ni lunes ni martes. El tiempo se me fue volando, porque estuve ocupado en cosas y cosas. Ahora mismo escribo algo a prisa.
Eso me lleva al tema de hoy. Como pasa el tiempo. ¿No les pasa que, antes de que se den cuenta, ya pasó un día... o dos... o una semana... o un mes... o un año? A mi, al menos, sí. Y me preocupa porque cada día que pasa parece ir durando cada vez menos. Y por lo mismo, me rinde cada vez menos, y lo malo es que cada vez hay más cosas que hacer.
Me acuerdo que cuando era niño, un año era larguísimo, como la cola para los boletos del metro. No podía esperar para que llegara la navidad, o los reyes, o las vacaciones. De hecho, me daba tanto tiempo que me pasó una vez esto: era un día cualquiera de mayo, digamos, y me levanté porque creí que era día de reyes. Raro, pero verdadero. O me acuerdo que hasta los días eran bien largos. Me dormía hasta en el coche, con mis papás, en los caminos más cortitos y me parecían horas de viaje (y de sueño). Puede ser que me parecía así porque, como todo niño feliz, tenía muy pocas preocupaciones y menos ocupaciones.
Ahora, en el mundo 'adulto', me pasa lo contrario. Me veo a mí mismo enredado en un mundo de gente en el cual todos, sin excepción, viven apurados. No les alcanza el tiempo, no terminan nunca de hacer algo en el tiempo propuesto, ni se pueden tomar un descanso, porque tienen que ir a otro lado: al gym, la escuela, el trabajo, por los niños, al doctor, al súper (¿o a la comer?), a la comida con X, etc, etc. Por eso hay tanto tráfico, tanto stress y tanta gente en todos lados, a todas horas. Porque si no lo haces orita, luego no hay tiempo. Lo raro es que después no hay tiempo porque... ¡nos la pasamos haciendo cosas porque después no hay tiempo! Es un círculo vicioso, irónico, cruel e implacable. Nos absorbe inevitablemente, como un remolino en el agua.
En cierto modo, el ritmo de la vida se acelera porque nosotros mismos le permitimos acelerarse, pero hay que admitir que mucho tiene que ver en esta locura la sociedad. El horario de verano, un novedoso invento que haría que cualquier torturador medieval se sintiese orgulloso, nos descompone nuestro reloj interno; los estrictísimos horarios de trabajo nos hacen vivir con miedo de las consecuencias de fallarle al reloj, aunque sea por diez minutos. No digo que debamos ser irresponsables, pero muchas cosas no tienen que ver con la responsabilidad -porque si uno trabaja en dos horas lo que otro hace en diez, ¿qué importa a qué hora llegó?- sino con el intento, siempre futil, de los hombres para imponer un orden en su vida. Para no sentir que van a la deriva y para... no sé para qué. Igual les falla todo.
Pero bueno. El punto es que no soy el único loquito que se salió de Alicia en el país de las maravillas. Léanlo y entenderán de lo que hablo, porque para mí, el Sombrerero Loco, la hora no importa. En mi reloj siempre es la hora del te. Pero para el Conejo Blanco, siempre es tarde. Es cuestión de perspectivas. Es una lástima que sea la perspectiva del conejo la que se haya popularizado. Ah, qué más da. Ya llegará mi momento... mi hora. Pero también, como todas las demás, se irá volando.

No olviden votar en las encuestas, por favor.

domingo, 5 de octubre de 2008

Personalidad... ¿pirata?

Hola de nuevo, mis amiguitos de Internet. Antes de comenzar a conversar con ustedes, me da curiosidad comentarles algo. Hace poco puse dos comentarios; uno sobre un tema profundo e importante -la pena de muerte-, y uno más light, aunque también importante y reflexivo -Los X-Men-. Me llama la atención que nadie comentó nada con respecto al primero, y en cambio hubo más comentarios en el segundo. No está mal, pero es curioso como cuando algo tiene un nombre más serio nos intimida un poco, ¿no?
Bueno. Les quiero hablar de una cosa que me atribula terriblemente. Cada día que salgo a ver el mundo me toca ver mucha gente, como sería de esperarse. Sin embargo, y esto es lo que me preocupa, veo mucha gente, pero veo muy pocas personas. ¿No les ha pasado? Me explico: por decir, en el metrobús, me toca ver como 150 'cuerpos', y sin embargo, hay como 7 personas nada más (más o menos, no es exacto). Porque de esos 150 todos son parte de unos cuantos estereotipos. Triste, pero cierto.
¿O no? Vean a la gente que los rodea en... no sé... su salón de clases u oficina: fíjense bien. Van a ver que las similitudes entre ellos son muchas y hasta pueden organizarlos en grupitos. Por dar un ejemplo, les ofrezco este: todos dicen (decimos, a veces también se me sale) 'güey' para todo. 'Güey, es que no tengo varo, güey.' !Dos veces en la misma oración! Sorprendente, ¿no, güey? Ya en serio, está muy raro que poco a poco nos adaptamos a ciertos esquemas que vemos en los demás: las palabras, la ropa, las actividades... Eso es lo que me lleva a la pregunta: ¿De verdad somos únicos y originales, o somos, como muchos de nuestros comerciantes, piratería?
No se ofendan. Sé que es muy difícil hacer algo original. En nuestro mundo, tan lleno de gente, es casi imposible ser diferente de todos. El ser similares nos ayuda a subsistir, a no estar tan solos y hasta a reproducirnos. El problema empieza cuando ya no sabemos si lo que somos viene de nosotros o de afuera. Vivimos, hasta cierto punto, con la presión de ser como los demas quieren que seamos. Y tampoco es, al menos no siempre, voluntad de los otros convertirnos a sus ideas, sino que es parte de un ciclo chistoso de adaptación humana: cuando nos hemos acostumbrado a algo, lo vemos 'natural', y todo lo que no pertenece a esa naturalidad es, por antonomasia, grotesco (Vean el comentario de los Hombres Nada-X). Y al ser humano nada le gusta tanto como evitar estas anomalías, de una forma u otra. Por eso hay segregación de tantos tipos, iniciaciones y novatadas para entrar a un grupo, o simple y sencillamente: grupos en sí.
Recuerden cuando estaban en la secundaria o la prepa: había grupos. Oh, sí. Los clásicos matados (o ñoños, tetos, nerds, etc.), los chidos (esos que todo mundo admira, que normalmente son guap@s o deportistas), los X (que son como el pueblo llano de la edad Media), etc, etc, etc. Esos grupos existían porque todos creemos estar en la posición correcta. Por eso es que le encontramos tantas fallas a las ideas de los demás: si es guapo, es gay - dicen los feos-; si es guapa, es bien hueca -dicen las feas-; no le gusta el Psycho, es aburrido.
Ahora, lo interesante es que siempre el grupo mayoritario tiende a hacer más presión. Y eso, muchas veces, nos obliga a buscar la forma de ser aceptados. Porque es natural querer ser aceptados (muy natural, porque muchos primates son parte de grupos sociales). Finalmente, es parte de nuestra esencia el pertenecer a algo. Lo malo es que, en el camino, perdamos lo que verdaderamente somos, o sacrifiquemos aquellas cosas que nos hacen realmente únicos. Y que, además, generemos barreras tan grandes entre los mismos grupos y actuemos de formas tan violentas y crueles para con ellos que no pertenecen al grupo. Considérenlo; después de todo, cada quien tiene su derecho de elección.

jueves, 2 de octubre de 2008

Sombrerero Lírico...

Hoy, amiguitos de Internet, voy a ofrecerles para su gusto, o disgusto, unos versos que han salido de mi sombrero loco. Espero que les gusten.
- Sangre Olvido y Muerte
Tengo hambre, tengo miedo, tengo frío;
ya no escucho la verdad en mis palabras.
¿Es que solo quedan ya dudas macabras
en la mente del que fuera un dios sombrío?
Era fuerza y tempestad; era tormenta;
era sueño y vanidad insuperables.
Mas despierto uno más entre mortales,
atrapado en esta tierra que lamenta
su existencia. Me destruye su contacto
que envilece hasta la más perfecta rosa;
su patética existencia es engorrosa
para el gusto, el oído y hasta el tacto.
Si desprecio la mentira que los une
es porque odio la verdad que los separa.
Pero ser la misma cosa; extraña, rara...
es aún más lastimero y me reúne
con creaturas entre las cuales no hay suerte.
Atrapado y malherido caigo al suelo,
y lo único que encuentro no es consuelo:
cuanto olvido, cuanta sangre, cuanta muerte.
- Noches estrelladas
Tantas noches que no duermo y tú no brillas,
tantos miedos que se ocultan en las sombras.
Tantas caras y recuerdos que tú nombras;
que se pudren como frutos sin semillas.
No hay sentido en mi existencia pesarosa
si te marchas cuando llega la mañana.
Eres sola claridad que me acompaña
con tu hermosa cabellera luminosa.
En mis sueños no hay belleza más profunda;
ni en las más recónditas esquinas de la tierra.
Al mirarte se desata en mí una guerra
entre el hoy y los pasados que redundan
en perjuicio para mi futuro nuevo.
¿Dejarás que me consuma la locura
para así evitar mostrarme tu ternura?
No lo hagas; te lo pido, te lo ruego.
Suave estrella que deslumbras y embelesas;
desconfiada y traicionera, pero falsa,
porque sabes que es amor lo que te ensalza
como sabes que es a mí a quien lo profesas.

lunes, 29 de septiembre de 2008

¡Qué le corten la cabeza!

Antes de empezar, les pido nuevamente una disculpa. No pude escribirles nada este fin porque estuve ocupado. No paré ni un minuto, y lo peor es que no fue en nada placentero. Bueno; tampoco me estuvieron torturando unos judiciales, pero ustedes me entenderán (y si no ni modo, pero el intento se hizo). Lo que importa es que hoy estoy de nuevo listo para darles algo en que ocupar sus ociosas y, por tanto, creativas mentes.
¿Están al tanto de que hay una iniciativa para promover la pena de muerte como castigo a los secuestradores que maten, violen o mutilen, no? Que interesante. Obviamente, mi punto es que ustedes piensen si están a favor o en contra, pero antes de que me respondan, vamos a recordar algunas cosas de la pena de muerte.
Desde hace mucho tiempo, el hombre siempre ha sentido la imperiosa necesidad de hacer justicia. Y como la gente (por desgracia) reacciona mejor ante la amenaza del castigo que ante la promesa del premio, siempre buscamos nuevas y más 'intimidantes' formas de hacer desistir a los criminales de sus empresas maliciosas. Matarlos, como es obvio, es una de las más exitosas en este sentido: ¿después de todo, quién no le teme a la muerte, y más si es dolorosa y violenta?
Hagamos memoria: Los mismos griegos, tan civilizados y reconocidos por sus filósofos castigaron a uno de sus hijos más famosos con la muerte. Sócrates, pues, bebió la cicuta y murió. Los antiguos romanos, ya más violentos, mataban como si fuera jugar al dominó: Brutus y compañía conspiraron para matar a César, Marco Antonio se mató solo cuando fue vencido junto a Cleopatra, que también se suicidó. Los samurai, siguiendo su código de vida, practicaban el sepukku, mal llamado harakiri como parte de una muerte ritual, honorable, pero impuesta. Incluso los aztecas y los otros pueblos prehispánicos practicaban sacrificios humanos, en otro contexto, pero es importante mencionarlo.
Y no olvidemos el tan dulce medioevo: La Santísima Inquisición inventó cientos de nuevas y mejores formas de acabar con una vida (y salvar el alma, de paso); también los cazadores de brujas, los señores feudales, etc. Desde la horca, las hogueras, la prueba de la bruja (río, mujer sumergida; si sale es bruja, y la matan, si se ahoga es una mujer santa que murió en paz con Dios), las torturas que a todos nos encantan tales como la dama de hierro, el estómago hinchado con agua y otros tantos clásicos: todos los debemos a gente que creyó que matar era lo correcto.
Aquí comenzamos con las discrepancias. En el mundo de los griegos, romanos e incluso los japoneses, la muerte es autoinfligida en ciertos casos, porque morir por la propia mano es, de cierto modo, más importante que morir en sí. La muerte es un castigo, pero es también una prueba: enfrentarse al miedo y quitarse la vida es una forma honorable de acatar la sentencia, en oposición a ser 'ejecutado' por un verdugo, lo que se consideraba cobarde. Este suicidio es, de una manera indirecta, similar a la muerte en batalla, porque requiere de valor, y aunque se trataba de un castigo severo (mucho), no se perdía la honra.
Para los mesoamericanos, la muerte no era solamente un castigo: era un premio también. Algunos sacrificados eran prisioneros, cierto; pero otros eran elegidos para ser 'ofrendas de vida' a los dioses. Aquí también hay honor, pues el sacrificio es, ante todo, un acto de valor y de misticismo.
Para el mundo romano (otra faceta) y medieval, la muerte era simple y llanamente castigo: no hay honor ni valor. En cambio, hay espectáculo, hay sufrimiento y mucho, en verdad muchísimo dolor. El circo romano mató cristianos como hoy matamos perros callejeros, pero haciéndo fiesta en el inter: leones, gladiadores, parrillas y cientos de llamativas ideas decoraban las masacres que se presentaban en el Coliseo. Y en el caso medieval, quién haya visto películas de la época (Corazón Valiente, con Mel Gibson, es uno de los mejores ejemplos que vienen a mi mente, el otro es Juana de Arco, protagonizada por la bella Milla Jovovich) entenderá lo que digo: sacarle las tripas a alguien vivo o quemarlo (también vivo) son formas muy prácticas de disuadir al criminal. Por eso el castigo era público.
Ahora, volviendo al presente... no, aún no es momento de la pregunta del millón. Antes hablemos un poco más de historia moderna. La condena a muerte ha sido usada aún en formas más elegantes desde que apareció la ciencia: la silla eléctrica, la cámara de gases, inyección letal, incluso el paredón. Claro, los clásicos nunca mueren (pregúntenle a Sadam).
¿Se vale? ¿Es justo? ¿Se lo merecen los criminales? Esa es la verdadera pregunta. El problema de matar y no matar es sólo uno: ¿A quién? Como decido quién merece y quién no que le quiten la vida. Si yo mato en defensa propia, no. Si mato con premeditación, traición, alevosía y ventaja; entonces sí. ¿Pero si me defiendo con premeditación, traición, etc, etc.? Porque habrá quien lo argumente; después de todo, todos defendemos nuestros intereses. Y bueno, el violador. ¿Es peor o menos peor que el secuestrador? ¿Y que el asesino? ¿Dónde queda el torturador?
Como ven, el ranking de la maldad tiene muchos huecos. Ahora sí, les pregunto: ¿están de acuerdo? ¿No? ¿POR QUÉ? Lo que yo escribo no es para que piensen una cosa o la otra. Muchos murieron injustamente por penas como las que mencioné, pero muchos otros viven y destruyen casi las mismas vidas. No puedo decidir por ustedes. Pero les puedo contar un poco de historia para que sepan; para que decidan con consciencia. Además, ¿se vale matar para evitar que maten? ¿La pena debe ser dolorosa? ¿Es un castigo, o una forma de proteger a la sociedad? Mediten, amiguitos de Internet. Y opinen, porque es la voz la que nos da poder.

Nota final: ¿Se acuerdan de la guillotina francesa? Otro encanto de la pena de muerte. Brutal y sencilla. Decidan ustedes: arte, o locura.

jueves, 25 de septiembre de 2008

No te claves (y no hablo de martillos)

Hola, amiguitos de Internet. De nuevo ando aquí escribiéndoles, hoy sí con energía, en su blogsito de confianza. Las babosadas de ayer, malas pero necesarias, me dieron una idea de la que puedo hablar: el enamoramiento. Nótese que dije ENAMORAMIENTO, NO AMOR.
¿Se acuerdan cuando conocieron a su novi@, espos@, parej@, o cualquier otro tipo de compañero amoroso? ¿O creen que conocieron a la persona ideal? ¿Cómo fue? ¿Qué sintieron? Les aseguro que muchísimas cosas. De entrada, igual y no pasa nada. Pero poco a poquito nos vamos comenzando a sugestionar de formas muy diversas (¿a poco no?): nos comenzamos a imaginar como es esa persona; le damos características que nos gustan aunque no más la hayamos visto una vez. O nos empezamos a ilusionar con que el objeto de deseo nos haga caso y hasta soñamos cómo va a ser nuestra relación con el(la), ¡incluso a largo plazo!
Sorprendente lo que hacemos. Pero estos inconscientes debrayes son solamente una parte de lo que sucede cuando comenzamos a clavarnos con alguien. Hay mejores locuras para contarles: Acabas de conocer a X. Nunca l@ habías visto , o quizás convivías con el(la) desde antes, pero aunque en un principio te daba completamente igual si estaba o no; si se veían o no, ahora te parece importante que, mínimo, se crucen sus ojos. ¡Dios mío! Una persona que antes no significaba nada para ti pasa a convertirse en un eje de tu vida diaria nada más porque... ¿por qué?
Esa es una buena pregunta. ¿Por qué nos enamoramos? No lo sé. Es raro que sólo necesitas ver o cruzar unas palabritas, que ni tienen que ser interesantes, para que alguien te guste. Y se me hace raro porque uno esperaría que aparezca la atracción cuando la conoces: ya que sabes quién es y, más importante, cómo es. Ahora, es cosa de segundos. ¿Por qué? Algunos dicen que las tan mencionadas 'Feromonas' son las responsables, pero no me consta, porque venden perfumes con las dichosas Feromonas y, seamos sinceros, si funcionaran habrían muchos más feos con pegue. Y eso nos lleva a otra teoría: la superficialidad. Todos nos enamoramos del físico. Cuando él/ella se ve bien, siempre tiene más pretendientes. Ahora, eso se puede descartar también, al menos en escencia, porque me ha tocado ver que hay quien se enamora de alguien no tan fisicamente agraciado.
¿Entonces? ¿La personalidad? No, porque, repito, basta ver a la persona unas pocas veces. ¿El espíritu? Podría ser, pero entonces ¿por qué luego duran tan poco los romances? ¿El interés? Bueno, existe y lo conocemos, pero el enamoramiento por interés orita no cuenta, porque no tiene esos síntomas que dije antes.
Parece que estamos ante un misterio de la humanidad. ¿Qué nos hace clavarnos con X o Y? No lo sé. Lo que si sé es que no es permanente. Muchas veces tenemos casos de 'amores' que parecieran dignos de novelas o películas y que, a la larga, no prosperan. Porque el enamoramiento es algo efímero por definición. ¿Y cómo no, si te estás imaginando una vida al lado de alguien que ni conoces? No sabes qué le gusta, qué no le gusta, qué hace y cómo lo hace. En un principio, por el enamoramiento, todo lo que haga te va a parecer maravilloso, perfecto y hasta vas a creer que te gusta todo lo que dice, hace y es, aunque en tu vecino de al lado detestes las mismas actitudes. Pero cuando se le acaba la gasolina a nuestra pasión todos los príncipes y princesas se vuelven sapitos (o no, porque el amor de verdad puede aparecer).
Eso es todo por hoy. Queda mucho por decir de este tema; no por nada se han escrito tantas novelas, canciones, películas y poemas de amor y pasión, pero tenemos tiempo. Además, les doy chance de que piensen y se acuerden de cuando se enamoraron de X. ¿Se acuerdan? Les aseguro que muchos hasta se imaginaron viviendo con esa persona y, por qué no, hasta la boda.

martes, 23 de septiembre de 2008

El peatón no es un tope...

'¿Están listos, chicos? Sí, capitán, estamos listos.' Me preguntó por qué habré empezado con la canción de Bob Esponja. Bueno, comencemos.
Hace mucho tiempo, cuando la vida era más lenta y los coches eran un artefacto que parecía ciencia-ficción, la gente solía caminar más. Cierto, la ciudad era otra, no había tantas prisas, menos gente, etc.; pero el punto es que había más calma, menos contaminación y bueno, mucho menos ruido de claxonazos. Pero bueno, vivimos en el S. XXI.
En todo caso, es muy triste que la cultura del automóvil se haya vuelto una réplica del Pandemonio. Y lo digo porque tener un coche pasó de ser una cosa muy chida (todavía es bueno, pero menos) a ser una carga. El tráfico está pesadísimo, el calor basta para cocinar en el asfalto y ni hablar de los altos precios de la gasolina y la maldita TENENCIA. Tener un coche es una necesidad, pero al mismo tiempo es un gasto tremendo mantenerlo, es cansado usarlo y ya no te emociona manejar, porque aunque tengas 300 hp (caballos de fuerza) tienes que ir a vuelta de rueda, porque hay cientos de otros automovilistas que tampoco pueden avanzar.
Estas situaciones ponen muy tensos a los choferes (si no me creen, pregúntenle al microbusero), y eso también repercute en nuestra cultura vial. Hay mucha violencia innecesaria entre conductores: claxonazos, gritos, insultos y luego hasta peleas. Oh, sí. Pero, lo que es peor, las cosas también afectan a los inocentes (no todos, lo admito) peatones.
Quien no ha visto un carrito pasándose el alto aún cuando haya gente atravesándose no ha vivido en nuestra ciudad. Otro show que es muy común aquí es que, en lugar de cederle el paso al amiguito a pie, el hombre del auto siempre tiende a imponerse, aunque el sea uno y la gente que camina sea numerosa. O, por ejemplo, ¿les ha tocado que los cochecitos se pongan en el paso peatonal? Obvio que sí, porque como el auto pesa una tonelada y una persona no, no hay peligro para el conductor. Es verdaderamente sorprendente (y triste) como nos hemos dedicado a convertir las calles en una tiranía automovilística: las banquetas son cada vez más chicas, los autos cada vez son más y los accidentes también.
Claro, el peatón tampoco es un santo. Los puentes peatonales, hechos para salvaguardar la vida del caminante, están abandonados, porque la gente 'huevoncita' dice: 'Pa que me subo... me canso. Mejor me cruzo a lo bestia.' Cuando cruzan, vuelve a salir la flojera. 'Me voy lento. Total, que los coches se esperen.' Como ven, todos tenemos un papel cruel en esta historia. Nadie es realmente cooperativo, y por eso nuestras vialidades y nuestra cultura cívica están del nabo.
Y no olvidemos el papel de nuestros gobernantes. A Marcelino 'pan y vino' Ebrard se le ocurrió arreglar el centro histórico, y hay muchas calles que no están funcionando, pero eso sí, no hay ambulantes. Y no olvidemos las obras del Circuito, las del tren Suburbano (que arruinaron Avenida Jardín permanentemente, muy a mi pesar), las del metrobús, etc. Y lo malo no es que arreglen. Eso, de hecho, es bueno; pero avanzan al ritmo de los ciclos geológicos. Pangea se va a volver a unir antes de que terminen, porque los obreros no más trabajan en las horas pico, y en cambio, cuando no hay nadie, ellos prefieren descansar.
Ni modo; no podemos cambiarlo con magia. Pero eso sí, sean conscientes de lo que hacen. Traten de no ser parte del problema, sino de la solución. Es difícil, pero ¿qué cosa no lo es?

lunes, 22 de septiembre de 2008

Primeras impresiones

Oh, Dios mío. Llevo más o menos un mes con esta locura del blog. Quiero creer que este se ha vuelto el blog de confianza de algunos de ustedes, pero no me hago ilusiones. En todo caso, ya estamos en Lunes, y por eso, por eso mismo, vamos a hablar de las primeras impresiones.
Como me acuerdo cuando conocí D---a (lo omito porque ya me libre de ella, pero si llegara a ver este blog, vuelvo al infierno). Parecía una chica dulce, linda, muy tierna y preocupada por mí. Me enamoré enseguida de esa muchachita, porque creía que ella era inocente; que su alma era pura miel sobre zucaritas. !Ah, que errores aquellos! Conforme empecé a conocerla de verdad, me di cuenta que era dulce, pero sólo con sus amigas. A mi me trataba como si fuera su esclavo. Se preocupaba por mí, al grado que no podía yo llegar tarde porque me armaba una escena tremenda: '¿Dónde andabas? Yo ahí como idiota esperándote y tú blablabla...'. Finalmente resultó un desencanto terrible.
Por otro lado, cuando conocí a mi hermano (sí, otra vez el de la misma edad, no pregunten), me caía mal. No lo soportaba. Pero luego vi que debajo de su 'fresés' y frivolidad (es broma, para que te enojes al leerlo) había un tipo bien chido. Y cuando conocí a 7 -otro día les contaré la historia- pasó algo muy parecido. Así es la vida. Nunca podemos juzgar a una persona por la primera impresión, porque, o bien estamos en lo cierto, o estamos cometiendo un error más grande que el océano Índico.
Me pongo por ejemplo. Cuando la gente me ve, solamente ve una parte (normalmente el sombrero), pero todos los que me conocen saben que, dentro de todo, no soy tan malo como parezco. Sin embargo, esa primera impresión que he causado (mala, por cierto) en muchas personas me ha cerrado puertas importantes. Muchas chavas me han bateado, me han sacado de muchos lugares porque creen que me robé algo y me han tocado muchos, y quiero decir muchos como los granos de arena de las playas del mundo, insultos por parte de mucha gente. No me quejo, pero es raro que cuando esa gente me conoció, su percepción cambió.
Le pregunto una vez más a mis publico: ¿por qué p¡nch@ razón somos tan prejuiciosos? No más vimos a la vecinita con minifalda y luego luego a pensar que es, ¿cómo se dice; casquivana? Vemos que un chavo abraza a su amigo y ya es gay. Nuestras mentecitas son verdaderamente veloces a la hora de ponerle etiquetas a la gente. Y también de otras cosas, más en el caso de los hombres, pero de eso hablo otro día.
¿No nos cansamos jamás de equivocarnos? Pareciera que no, porque igual seguimos fijándonos en las primeras impresiones como si fueran verdad absoluta. ¡Espérense, por amor al pudín! Siquiera dejen que él mismo se ponga la soga al cuello antes de lincharlo. Porque si no, podemos estar haciendo algo que nos puede salir caro. Porque si cuando te juzgan mal sales perdiendo, cuando juzgas mal pierdes más, amiguito de Internet.
Tu futura novia podría ser la perra pérfida que se coló adelante de ti en la fila de las tortillas (o del banco, para los que se sienten nice), o tu próximo jefe podría ser el gordito que dijiste que estaba bien menso porque dijo mal una palabra. Y entonces, ora si te va a ir mal. Porque si te quejas de la perra de la cola (o al revés), y luego ves que no era tan pérfida, ya perdiste tu tiro. Y si luego la entrevista te la hace el gordito, ya mejor vete preparando para barrerle la oficina.
No se dejen engañar por la primera impresión, que sí cuenta mucho, pero que no siempre es definitiva. En el caso contrario, tampoco se dejen deslumbrar por la güera del antro que bailaba como diosa, o por el tipo que trae un carro del año y te saluda como si fueras de su familia. Ni todo lo que está en el piso es basura ni todo lo que está en el cielo son estrellas; porque el oro sale de la tierra y porque de arriba caen las kk's de los pájaros. Más vale irse a la segura, despacio. Total, es mejor tardarse en conocer a alguien que apresurarse en cometer un error, y vale más la pena correr el riesgo de no ponerle etiquetas a las cosas, porqué así sabemos después cuál le va a quedar mejor.

P.D. - Esta semana voy a poner dos encuestas. Una es porque quiero y la otra porque es importante. En esta última voy a poner algunos temas. Voten por lo que quieran ver y leer en este, su blog de confianza.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Espejito, espejito...

Hoy, como ya es costumbre, estoy tipeando en este, su blogsito de confianza. Antes de empezar con mi entrada, les comento que llevo ya un buen rato sin poder hacer que los malditos Gadget's funcionen. Es gracioso, pero también me apena un poco. En todo caso, me gusta pensar que quién sea que lee este blog lo hace por sus contenidos y por las jaladas que aparecen de vez en cuando, y no por los cuadritos mágicos que deberían salir al lado del texto.
Bueno, empiezo ya. Todos, o casi todos, llevamos dentro una de las creaturas más aterradoras y peligrosas del mundo. Un verdadero monstruo. Se llama Ego. Oh, sí; dentro de nosotros hay una vanidad arrolladora, que se manifiesta en miles de aspectos de nuestra vida: que si estoy a dieta, que si me siento gordo, que si te presumo mi ropa/coche/dinero, que si soy inteligente, que si sé hacer ésto o el otro. Queremos darnos a notar, que nos acepten y hasta que nos admiren. Eso es parte de la naturaleza del ser vivo. Pero los humanos lo han llevado a extremos increíbles. Se han inventado perfumes con feromonas, tangas, cirujía plástica, autos (hechos para lucir más que para transportarse), y mil otras cosas que podemos presumir. Y, por extraño que parezca, podemos presumir hasta de babosadas: el que come más, o el que es más huevón, y para verdaderas joyas del Ego, he oído a algunos presumir sus pedos (en el sentido más literal de la palabra).
Ahora, ¿qué nos hace tan presuntuosos? No lo sé. La vida misma, quizás. Pero el punto es que no podemos evitar serlo, y serlo por lo que sea. Sean honestos, ¿se acuerdan de las primeras citas? ¿A poco no se visten con cierta... elegancia que normalmente no encuentra uno en el guardarropa de diario? O, cuando van a una fiesta, ¿han ido con pants? No, porque estamos pensando en impresionar. ¡Santa vanidad! O, alejándonos un poco del aspecto físico, quién no se siente orgulloso cuando tiene cualquier cosa que presumir: si el hijo saca diez, si me compré un coche, que si gano tanto en mi trabajo. Recuerdo que, en secu o prepa siempre existe un sistema que parece de castas y que se basa en lo que uno es capaz de presumir.
Recuerden al amigo que todos tienen: el famosísimo 'uno más que tú'. Si le digo que fui a una fiesta y que me ligué a una chava, él fue a una fiesta exclusivísima y se ligó a diez modelos, eso si no vio primero a Martha Higareda. Si conseguí trabajo en una empresa que me paga bien, él de seguro fue llamado personalmente por Bill Gates para administrar Microsoft. Y ni hablarle del coche que compré, porque él acaba de conseguirse un BMW Z4 o un Ferrari. Obviamente, mucho de lo que pueda contar el 'Uno más que tú' es mentira, pero la intención de destacar es verdadera.
Es sorprendente todo lo que hacemos para destacar entre la multitud. Buscamos una novia que parezca una tenista rusa, las mujeres buscan un hombre que parezca clonado de Brad Pitt, y luego invitamos a nuestros amigos a cualquier lado solamente para que nos vean con ella/él. Pero lo peor del caso es que, muchas veces, les seguimos el juego. De verdad admiramos (o envidiamos) lo que puede tener el otro, y automáticamente queremos tener lo mismo. Es algo que no puedo explicar del todo, pero que todos hemos vivido alguna vez.
Ahora que lo cuento, me da risa, pero cuando me ha tocado presumir (o que me presuman) me lo tomo con mucha seriedad. Es la oportunidad que todos buscamos de ser, aunque sea por 10 minutos, los héroes del círculo de amigos, ser el triunfador. Sentirse especial, por ser o tener algo que otros no tienen y demostrárselo al mundo. Y no se sientan mal; es algo natural. Muchos animales lo hacen para aparearse o ganar posición en su grupo. Pero eso sí, dense cuenta de cuando presuman una estupidez, para que luego tengan algo que contarle a sus amigos y a su humilde servidor de sombrero elegante.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Mitos, héroes y titanes

Acabo de ver una de mis películas más viejas; pero también de mis favoritas. 'Furia de titanes', se llama, y para quienes no la hayan visto, se las recomiendo, aunque tengan en cuenta que es de la época en que los efectos especiales se hacían con animación de plastilina, títeres, y otros viejos trucos de esos que ya no se usan. A mí, sin embargo, me parece una maravilla.
Se trata de una de las primeras formas que adquirió el hombre para crear superhéroes y también supervillanos: la Mitología, en este caso la griega. Y por eso, decidí hablar de eso en mi blog. Las historias de los mitos griegos son verdaderamente fascinantes, al grado que hoy, tres mil años después, las seguimos creyendo (¿o a poco no vieron 'Troya', con Brad Pitt). Las repercusiones que han tenido estos héroes (Hércules, Aquiles, Perseo, Jasón y Odiseo, entre otros), sus respectivos villanos o compañeros (el poderoso Kraken-Ceto, el magnífico Pegaso, las siempre desagradables Medusa y sus hermanas, el Minotauro, los Cíclopes, la Hidra, etc.) y los mismos dioses del mundo clásico (Zeus, la mami de Afrodita, el bello Apolo, la sabia Palas Atenea y el fiero Marte -olvidé su nombre griego, pero me entienden-) nos han dado para todos estos años de historias y parafernalias, desde lo más serio como traducciones de la Teogonía o las Metamorfósis, hasta las más alivianadas como los queridos Caballeros del Zodiaco.
Así pues, me parece justo decir que de los griegos y sus mitos se han desprendido muchísimas cosas que hoy nos maravillan. La mayor parte de los poderes que un Superhéroe moderno pueden tener, ya los habíamos visto en Mitos Griegos: superfuerza-Hércules, volar-Mercurio, relámpagos-Zeus... podría seguirme todo el día. En este sentido, podríamos decir que el Wolverine de esta época era Aquiles, y que el Scott Summers de aquellos tiempos era Apolo, y quien sepa de estos mitos entenderá por qué razon lo digo.
¿No es raro que desde hace tanto tiempo atrás el hombre ya soñara con algo que es, humanamente al menos, inalcanzable? ¿O con creaturas que, si bien increíbles, también son muy realistas? Es sorprendente, pero es parte de la naturaleza humana. Muy aparte del hecho de que toda leyenda tiene un fondo de verdad, es propio de nuestras mentecitas imaginar, soñar, buscarle formas a nuestros sueños y nuestras pasiones. Convertir en monstruos alegóricos las formas de destrucción que conocemos. De hecho, todos los titanes griegos son representaciones de las fuerzas naturales. Ceto, el agua; Prometeo, el fuego. La victoria de los dioses sobre los titantes representa la supremacía del hombre y la civilización sobre ésta naturaleza.
Finalmente, me sigo admirando de la profunda comprensión que tuvieron estos mitos de la esencia humana, pues fueron capaces de retratar las más complejas emociones a través de aventuras maravillosas, llenas de peligro y de intrigas; pero también de gloria y de valentía. Me asombra la capacidad que tuvieron para crear héroes que pueden inspirarnos a ser mejores, y de reflejar virtudes que, en esta época incluso, todos deberíamos de buscar.
No sé cuanto sepa cada uno de mitos, o de los Caballeros del Zodiaco, o de cualquier cosa que nos una a ese mundo tan antiguo, pero les puedo asegurar que, de cualquier forma, todos hemos soñado alguna vez con algo que nos asemeja a aquellos héroes o, incluso, a los monstruos que enfrentaron. Todos encontraremos una identificación con algún personaje de los griegos. Por eso, no les pido sino que se den cuenta de que, dentro de todos nosotros, está el deseo de lograr alguna proeza; de conseguir ser, de cualquier modo, algo que sólo nosotros podemos. Sigan así. Yo, al menos, lo voy a hacer.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Misión Imposible: Sé Feliz

Hola de nuevo, amiguitos de Internet. El día de hoy se me ocurrió escribir de una cosa que todos debemos enfrentar en algún momento. Normalmente esperamos que la vida sea un paseo tierno y dulce, lleno de premios al final de la carrera. Pero no es así. Debemos aprender, muchas veces por las malas que la vida es una lucha. Un combate en el que te hallas solo contra el mundo; sin treguas, ni aliados, ni segundas oportunidades.
Así es. Cuando te despiertas cada día sabes que la misión, si decides aceptarla, es sobrevivir y lograr conseguir tanta satisfacción como sea humanamente posible. Y eso, gente bonita, no es fácil. Tienes que lidiar con la cama, que desde que te despiertas lucha por enredarte y evitar que te levantes; luego con el transporte público y las vías de tránsito de nuestra hermosa ciudad, y posteriormente con cualquiera que se atraviese entre tú y el final del día.
Por lo mismo, nunca puedes bajar la guardia. Todos en la jungla de asfalto son potenciales enemigos; incluso los amigos o la pareja pueden serlo. Porque todos esperamos algo, de un modo determinado y por alguna razón que los demás pueden o no entender. En oposición, los demás quieren hacer lo que les parece mejor y a su modo. Buscarán, como es natural, convencer (u obligar) a la gente que esa es la mejor elección. Y tú, por tu parte, debes de hacer lo mismo.
No es egoísmo, ni es mala onda, y mucho menos son ganas de lastimar, pero si tú no lo haces, otros lo van a hacer. Si quieres comer italiana, no te conformes con una pizza de microhondas. Lucha por vivir a tu manera; 'vive tu sueño, Wilson' diría House. Si te dejas intimidar en lo pequeño, no dudes que en lo grande no va a mejorar nada. Ataca, defiéndete y no te olvides de lo que deseas. Si permites que alguien más decida por ti te va a ir muy, muy mal.
Recuerdo la historia de un conocido: le decíamos el 'doctor', porque le faltaban como dos meses para acabar la carrera, que él, por cierto, odiaba. Entonces, en un último acto de respeto a sí mismo (La verdad te hará libre), se largó de la Facultad de Medicina y hoy en día se dedica a un trabajo sin futuro, ni lujos, ni oportunidades de crecimiento, pero que lo hace menos infeliz que la medicina. Su historia es, en una medida, triste, y en otra, feliz. Si se hubiera rebelado contra aquella decisión que le impusieron antes, podría haberse dedicado a lo que siempre quiso: la fotografía. Pero si se hubiera conformado por simple comodidad o por miedo, sería el doctor más infeliz del mundo, y sus pacientes... mejor ni hablar.
Sigue tus instintos. Si algo no te late, no te calles. Si no quieres hacer algo de lo que no te sientes orgulloso, renuncia. La vida no es para que le saques todo el jugo que puedas. Es una lucha en la que es mejor morir que doblegarse, matar o morir. Si tú no te cuidas, nadie lo hará por ti. Nunca renuncies, ni accedas a lo que no es lo que quieres. Decía mi abuelo que el que poco pide, poco merece, y es cierto. Hoy en día nos enseñan a buscar el éxito, pero se olvidan de enseñarnos que el éxito no debe ser nunca más importante que la felicidad; no vale la pena sacrificar lo que somos por lograr tener algo seguro en la vida.
Cada día es la oportunidad que tenemos de alcanzar la gloria, de saborear la libertad; de ser lo que siempre quisimos ser, pero que muchos no se atreven a ser. No renuncien a eso en pos de algo que les han metido en la cabeza. No se vendan por sueños que no son los suyos. Recuerden la historia de la humanidad: los verdaderos triunfadores son aquellos que se dedicaron a hacer lo que quisieron y que vivieron siendo ellos mismos. Los demás, bueno. Miren al frustrado que todos conocemos, que tiene un trabajo estable, o un coche, o una mujer que parece de revista, y que no es feliz. ¿A eso quieren llegar? Si la respuesta es 'Sí, eso quiero', allá ustedes. Si no, empiecen a luchar por sus sueños; y recuerden. Los sueños y el honor son lo único que no les pueden quitar.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

¿La ciudad de la esperanza?

Hola de nuevo, amiguitos de Internet. La mayoría de ustedes (creo) vive en una de las ciudades más surrealistas del mundo: la Ciudad de México. Quien no ha vivido aquí no va a entender muchas de las cosas que suceden en este pequeño mundo de locos, como yo.
Empezaré contándoles de una cosa muy curiosa que me tiene sin dormir. El transporte público en nuestra capital no funciona. Literalmente no funciona. Los autobuses y microbuses hacen un caos en nuestras vialidades, son lentos, contaminan como si fueran fábricas de gases invernadero y, por si fuera poco, quieren subir su tarifa. Es penoso. Una amiga me contó que los micros empezaron porque un buen hombre compró unos camiones de carga que le pertenecían a Liverpool o al Palacio, o algo así. Entonces les metió unos asientos y los puso a circular, con la mejor intención de ayudar a trasladarse a los muchos ciudadanos que no poseían un vehículo particular. Hasta allí todo iba bien; pero el problema ahora es que son los mismos camiones, nada aptos para el transporte de tanta gente. Les han metido más asientos, para que quepa más ganado humano (y por tanto, más dinero), a costa de la más mínima comodidad para el usuario.
Yo, que mido 1.86 más o menos, no puedo irme ni parado ni sentado, porque si voy de pie, me tengo que agachar para que no me choque la cabeza con el techo. Si me siento, no caben mis piernas en el reducidísimo espacio que hay entre cada asiento. Obvio a la gente le molesta que vaya yo con las piernas al lado, pero no tengo otra opción. Lo más triste es que tampoco es culpa de ellos.
Pero eso no es lo más nefasto que hay en cuanto a transportes. Los taxis que circulan por nuestro Distrito Federal tienen placas maravillosas de auto particular !porque son autos particulares! si yo quiero, me compro un Tsuru o un bochito (¿cómo se escribe bochito?), lo pinto de verde y me voy de ruletero. Y de paso aprovecho y me brinco de taxista pirata a secuestrador express, que muchos ya lo hicieron. Total, ni pasa nada, porque el gobierno no puede con el 'sindicato' -cosa rara, porque los taxistas piratas no deberían de tener un sindicato-. O de menos, le pongo diablito a mi taxímetro y me llevo una tajadita de la bolsa de mi cliente.
Pero la joyita principal es el Metro. Cada mañana que lo uso me toca ver una oleada INMENSA de gente que se quiere subir a fuerzas al vagón que tiene delante. Ya no cabe una pluma, pero hasta que no entran no se calman las bestias. Un día van a voltear el tren, y les va a valer, siempre que se hayan podido meter. Yo en lo personal creo que ir viajando por una media hora, mínimo porque también es lento, rodeado de gente que, aún cuando no es su intención, apesta, se mueve, te aplasta y a veces hasta te manosea, en un calor que hasta parece sólido, no es algo que valga la pena como para pelearme por ello. Claro, habrá a quién le guste, y a lo mejor por eso se enjaretan cual mosca sobre la miel.
Voy a ver si luego les puedo tomar unas fotos para que lo aprecien mejor (hoy no lo hice porque no sabía que iba a terminar escribiendo de esto). Mientras tanto, los que viven fuera de la Ciudad de la Esperanza, sigan así. Echenle ganas para no venir a meterse a este rollo que deja corto al infierno. Y si tienen que venir, traiganse, de menos, su coche.

martes, 9 de septiembre de 2008

Suerte para la próxima

Hola de nuevo. ¿Por qué estoy escribiendo aquí otra vez? Parece que nadie lee este blog. La ventaja de ser yo es que realmente no me importa. Escribo porque me gusta hacerlo; escribo para mi, y bueno, si alguien lo lee es un bono.
En todo caso, hoy tengo una queja para el mundo. No tengo suerte. Ni un poquito. Conozco gente que tiene mucha suerte: encuentran billetes de cien en la calle, cuando tienen problemas siempre encuentran una salida fácil... salen ganando, y a ellos no les cuesta. No tienen que ser muy listos, ni necesitan esforzarse. Sólo ganan. Triunfan. Reciben los mejores tratos porque sí, porque tienen suerte.
¿No les ha pasado algo con eso? A mí me pasa constantemente. Cuando juego Poker en aquel sitio que anuncian tanto en la tele, pierdo inevitablemente. Aún cuando tengo un par alto -aces, reyes-, siempre llega la última carta para redimir a un jugador que tenía un par más bajo y que termina con dos pares. Pierdo. Como no les veo las caras, no puedo saber nunca qué clase de juego pueden tener, y con mi pura suerte no me basta para ganar. En cambio, muchos de esos sujetos con los que juego tienen una suerte que... para que hablar.
Y eso no es todo. Hay un dicho que dice: Suerte en el juego o suerte en el amor. Tristemente, puedo decirles que eso es falso. No tengo suerte en ninguna de las dos. Y no es que no me pelen, porque eso no depende de la suerte sino del trabajo que uno hace al ligar. El problema es que siempre me enredo con locas: celosas, posesivas, neuróticas o ladronas. Y -antes de que lo pregunten- no, no es que yo las busque así. Es suerte.
Otra cosa que me asusta de la suerte es que es completamente aleatoria. A veces es muy buena, a veces mala; para unos es mejor y para otros peor. ¿No dijo Alejandro Magno que la suerte favorece al valiente? Se equivocó. Mucho. La suerte nos trata como quiere, y puede hacer lo que le plazca con nosotros. A veces parece que nos va a ir bien; que nada puede salir mal: digamos, una entrevista de trabajo. Ropa limpia, arreglado, listo para cualquier pregunta. Sales con tiempo, hace un día soleado. Pero nunca creas en que la suerte está de tu lado, porque miente. En cuanto sales, te das cuenta que, por alguna extrañísima razón, tu choche no arranca. Ni modo. Pero no termina ahí. El camión no pasa, y no va a pasar hasta unos treinta minutos más tarde. Y si tomas taxi, seguro va a haber una marcha, o un trailer se va a atorar en cualquier avenida. La vida esa así.
Bueno, lamento haberme gastado mi entrada de hoy en una cosa tan simple, pero bueno, es mi blog y yo lo escribo así que, si no les gustó... SUERTE PARA LA PRÓXIMA.

domingo, 7 de septiembre de 2008

¿Cultura Pop?

Ya estoy otra vez escribiendo. Finalmente no me pesa, porque espero dedicarme a ésto, profesionalmente, un día de estos. Antes de comenzar con mi entrada, me da un poco de angustia ver los supuestos Gadgets del Blog. No sé si funcionan o no... me parece que no. Y es que la verdad esto del internet no es realmente lo mío.
Pero bueno. Ya es momento de comenzar a hablar. ¿Ustedes, mis queridos amiguitos de Internet, se consideran personas cultas? Antes de contestar, deben de pensarlo bien. Porque ser culto o no ser culto es una cosa rara. No es como, por ejemplo, estar vivo o muerto, donde no hay puntos medios. Ser culto es posible de muchas formas. Por eso existe lo que se llama la cultura Pop.
Empecemos por definir que implica, socialmente sobre todo, ser culto. Una persona culta es esa persona que tiene alguna forma de conocimiento del mundo en que vive. La gente 'culta' sabe de música, de literatura, de arte... de política, incluso. Y aquí comenzamos a vernos en problemas. ¿Si yo sé mucho de cine (comercial), soy culto? Algunos de los que leen este blog me van a decir que soy un p*nd*j@, y otros a lo mejor no. Pero vale la pena preguntárnoslo. ¿No es cierto que todo lo que crea el hombre, como acto creativo, es cultura? Entonces hasta las babosadas de este blog son herencia cultural de la humanidad. ¿Y por qué no? ¿Cómo sabemos que, por ejemplo, los famosos objetos de algún museo no fueron hechos por simple ociosidad?
Yo creo, ante todo, que la cultura nos rodea a cada momento, porque vivimos rodeados de gente que a cada instante nos refleja pedazos de nuestra misma cultura. Obviamente no toda esa cultura nos va a parecer admirable, y es posible que reneguemos de muchos aspectos de ella. Es normal; nada es nunca perfecto. Ser naco, al menos en México, es cultura, igual que ser Emo o ser fresa. La Salsa de los micros, pésele a quien le pese, es también cultura.
Ahora, es importante que reflexionemos con respecto a esta realidad que nos rodea. ¿Qué tanto nos hace cultos ver telenovelas? ¿Y escuchar a Beethoven nos hace cultos? Yo, en lo personal, creo que nada te va a hacer culto si no reflexionas en aquella cultura precisamente como cultura, valga la redundancia. Si uno va al museo a ver la Noche Estrellada de Van Gogh, o se pone a leer un cómic de los X-men sin hacer caso de que lo que tiene, en ambos casos, frente a él es cultura, da completamente igual que lo vea o no. La cultura nace no nada más de lo que vemos, sino de lo que nos provoca y lo que nosotros hacemos con esa cultura.
Todos, en algún momento, hemos pensado en algo (una pintura, un libro, una película, una canción, una caricatura, un coche, una foto, etc.) que nos hace sentir alguna cosa y que nos muestra, directa o indirectamente, una faceta de la humanidad. Ésto, precisamente, es la cultura. Aquello que refleja la esencia de la gente. Cuando escuchamos nuestra canción favorita, sentimos algo; entendemos que el cantante, el composito y el letrista, o cuando menos alguno de ellos, nos están transmitiendo algo que quieren decir, para que llegue a la gente o para que perdure.
Esos mensajes son cultura. En ese sentido, el Quijote, que muchos de los lectores de este Blog pueden haber no leído (y aún así vivir felices), es tan cultural como Paquita la del Barrio. No me voy a poner a decir que son iguales, porque no lo son, pero en su intención y su naturaleza son cultura: nos describen la esencia de las sociedades en que nacieron. Son, cada uno, una biopsia del tejido del que se compone la humanidad.
Sí, sé que me van a odiar muchos. Pero aceptémoslo: la cultura es parte de nuestra vida diaria, y no se encuentra solamente en una universidad, en un museo o en una biblioteca. Está en la calle, en los bares, en la tele (y no me refiero a canal 11) y hasta en las puertas de los baños. La cultura es lo que somos, bueno o malo, y lo que usarán nuestros tatara-tatara-tatara nietos para entender cómo vivíamos.
¿Quién sabe? Algún día Harry Potter podría ser considerado el libro que dio forma a una era, y con un poco más de suerte, este Blog se podría convertir en un ejemplo de cultura folklórica de este siglo. Supongo que nunca lo sabré.

P.D. - Les prometo que mi siguiente tema va a ser más light, por si sienten que solo me meto en cosas densas.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Modus Vivendi

Otra vez estoy escribiendo aquí. ¿Qué tan ocioso es eso? No importa, en realidad, porque ya lo hice, y yo decidí hacerlo. Y toda la vida se trata de eso; de las decisiones que hacemos y por qué las tomamos.
Todos tenemos tendencias a actuar, pensar y vivir de cierta forma, porque sabemos qué nos interesa y qué no. Con base en esos intereses es que comenzamos a planear nuestra rutina diaria y a hacer nuestros proyectos de vida, unos más que otros. Algunos se fijan metas y organizan toda su vida con una gran facilidad; no como yo, que no se lo que voy a hacer mañana. 'Improviso mientras avanzo', dijo Indiana Jones en una de sus películas.
Ahora, lo importante no es tanto si planeamos o no. Lo importante nuestras prioridades y las metas que nos planteamos. Para algunos es algo muy concreto, como el dinero; para otros, algo terriblemente abstracto, como el triunfo o la felicidad. Pero todos queremos conseguir algo, y es eso lo que determina qué hacemos y qué no.
En ese mismo plano están nuestras prioridades (no puse la encuesta no más porque sí). Vamos buscando acercarnos a nuestros amigos, a una carrera, o cualquier otra cosa que nos haga sentir bien con nosotros mismos y que haga que la vida sea más llevadera. Para unos eso significa ir de fiesta cada fin de semana; para otros significa dedicarse tanto como puedan al éxito profesional. Pero bajo la diferencia aparente, está la misma motivación: darle sentido a nuestra vida.
¿Qué esperamos conseguir? ¿Qué nos hace felices? A todos, no sé. Pero por eso escribo estas líneas: para que cada persona se de cuenta de que no vive por inercia. Vive para divertirse, para ganar competencias, para tener dinero o para estar con su media naranja. Buscamos la manera, por imposible que parezca, de hacer lo que queremos siempre, en cualquier contexto, y no solamente porque sí. Estamos buscando algo, que muchas veces ni siquiera nosotros sabemos lo que es. ¿O me va a decir alguien que cada vez que se emborracha es por la sensación magnánima de la cruda del día siguiente? ¿O que las horas en el gimnasio son nada más por el cansancio del ejercicio? Claro que no. Siempre hay algo que queremos lograr con cada cosa que hacemos.
Estudiar, correr, dormir, sudar, beber, llorar, amar... la lista de nuestras acciones es inmensa, pero detrás de todos esos verbos que podemos juntar hay solamente unas pocas palabras. 'Hago esto porque...' Y cada quién llenelo con lo que le parezca pertinente. Quiero ser rico; quiero acostarme con X, quiero ser como Y, no quiero terminar así, me gustaría vivir de tal manera.
Muchas veces, hemos hecho cosas que no queremos hacer bajo la idea falsa de que nos gusta hacerlas, cuando la verdad es que las odiamos. Pero las toleramos, y algunos casos incluso llegan a amar esas cosas, porque son parte del camino al premio, o porque forman parte de algo que de verdad nos interesa. Piensenlo así: 'Voy al gimnasio seis veces a la semana no porque me guste el dolor en los brazos, sino porque quiero que me volteen a ver en la calle', o 'aguanto a mi suegra, porque es la mamá de mi novia'.
Aceptémoslo. Vivimos persiguiendo nuestros sueños y amarrados a nuestros 'salvadidas existenciales'. Formamos con ambos (sueños y salvavidas) un compromiso inconsciente, pero ineludible. Perseguimos algo, a través de el mundo exterior, que le dé forma a nuestro mundo interior. Así es la vida. Un maestro de filosofía, hombre muy sabio, me contó que buscamos la llave de la felicidad afuera, cuando está adentro. Lo que no terminó de decir es que el ser humano solamente puede encontrarse a sí mismo, y todo lo que lleva dentro, buscando en el mundo de afuera.
Los dejó con esta idea. La próxima vez que vayan a la cena familiar de su pareja, al concierto que sea, a la fiesta que vayan o que se queden hasta tarde trabajando, pregúntense a sí mismos y respondan con sinceridad: ¿Qué quiero lograr? ¿qué me trajo aquí? ¿por qué hago esto?
No se torturen. Solamente hagánlo y luego ríanse. Porque ya lo hicieron, y porque ya se conocen un poquito más a ustedes mismos.