Mostrando entradas con la etiqueta proyecto de vida. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta proyecto de vida. Mostrar todas las entradas

miércoles, 19 de enero de 2011

Propósitos

Hacía bastante tiempo que no escribía en mi blog... admito que la tentación de publicar por Facebook es grande, pero la libertad que me da este espacio a costa de un esfuerzo mínimamente mayor vale la pena. Eso, y que ya le pude dar un mejor look a mi blogsito me convencieron de retomarlo. No sé si mude mis notas de Face para acá, pero la cosa es que de ahora en adelante publicaré aquí... y allá. Así que dense vueltas de vez en cuando.

Como sea, de lo que vamos a hablar hoy la liebre y yo, no más que sin la liebre, es de una cosa curiosa. Llega otro año, y con él llegan los propósitos de año nuevo [otra vez]. Estos, curiosamente, son siempre los mismos para mucha gente, e incluso yo, con mi magno sombrero y todas mis artimañas, llevo ya 2 años mínimo repitiendo un propósito: conseguir una novia con la que pueda durar más de 3 meses.

Pero más allá de esos propósitos, hay un asunto que me inquieta. Cada año hacemos propósitos, los mismos u otros, da igual. ¿Pero tenemos propósitos verdaderos para nuestra vida? Les pregunto, amigos y amigas... al llegar al final de nuestra vida, ¿qué habremos hecho? ¿dinero, una casa, familia, etc, etc, etc.? ¿Lo mismo que el vecino?

Hace tiempo que no hablo con gente de esto: ¿cuál es el propósito de nuestra existencia? Hoy día veo que todos quieren tener cosas, ser felices... cosas así. Pero eso lo hacen todos... o al menos lo intentan todos. ¿Alguien realmente está decidido a que su vida en esta tierra marque una diferencia -minúscula o pantagruélica-? ¿Alguien ha apostado por ser diferente últimamente, y hacer cosas diferentes? ¿Alguien sabe realmente qué quiere obtener al final de la carrera? ¿Cómo quiere que lo recuerden?

Esto lo pregunto porque, repito, cada año tenemos el rito ridículo de fijarnos metas... pero cuando nacemos, nadie nos enseña a hacerlo. Lo hacemos a medias cuando empezamos a crecer, pero reparamos muy poco en lo que implica nuestra existencia, la verdad. Pensamos mucho en la felicidad, en llegar a tener... pero no en lo que significamos como individuos para el mundo presente y la posteridad, que no tienen que ver con nuestra felicidad o no. ¿Qué impacto tenemos en el mundo? ¿Qué clase de huella vamos a dejar en los demás; en el porvenir y en nuestra cultura? Nadie lo sabe, y muchas veces a nadie le importa. Vivimos persiguiendo dinero, comodidad y metas meramente egocéntricas [no que sea malo], pero pocas veces veo reflexión en cuanto a lo que nosotros dejamos al mundo; todos piensan de antemano en lo que quieren conseguir, pero no en lo que van a legar. ¿Están conformes con eso? Quizás, quizás no, y no es mi papel juzgarlos... pero sería interesante si todos nos pusiéramos un propósito para esta "Vida Nueva", en vez de bajar los mismos 5 kilos cada año, o cosas así.

Ahora, también está el otro lado: el destino. Es hasta cierto punto válido suponer que todos tenemos un propósito predeterminado, de modo que no importa lo que hagamos o no, terminaremos sirviendo a ese fin más grande que nosotros prácticamente a fuerzas. ¿Entonces por qué preocuparse? O bien, también podemos pensar que nuestra existencia está dominada por el azar y la aleatoreidad como para que nos atribule pensar en tener un control sobre ella, no digamos una meta. Pero todo esto nos remite al punto inicial, ¿qué representa entonces nuestra existencia si no tenemos la libertad para guiarla? No lo sé. Parte de la vida consiste en encontrar un equilibrio entre caos y orden, seguramente; no obstante, creamos o no que hay un libre albedrío jalándonos nuestros hilos, el hecho de que nuestra existencia tiene el potencial de significar algo para el mundo es innegable. Es una responsabilidad muy fuerte, cierto, asumir que podemos cambiar algo, pero los nombres que la gente recuerda son sólo de personas que aceptaron ese tipo de peso sobre los hombros, en lugar de conformarse con el peso dentro del bolsillo.

jueves, 4 de junio de 2009

Las mejores maneras de burlarse del Stress

Oh, sí. Estamos de vuelta, lectores ávidos de distracciones. Ya que lo prometido es deuda, y las deudas de honor hay que cumplirlas, aquí están las 10 maneras de evitar el Stress...

1. - Si el trabajo te estresa... evítalo. Suena simple, sí, pero evitar el trabajo es un arte. Las mejores maneras de hacerlo, curiosamente, consisten en fingir que uno se está esmerando realmente para llevarlo a cabo. Los que tienden, como yo, a la pereza legendaria, sabrán que si la gente te ve 'echándola' luego luego se te van encima con los látigos. En cambio, si le dices a tu compañero de oficina que tienes que terminar los reportes, o si en la escuela te ve 'tomando notas', ni te va a interrumpir, aunque estés leyendo tu blogsito de confianza. Lo mejor de todo es poner cara de, irónicamente, estresado, y si alguien te habla le dices "Espérate, que estoy ocupado". El bono es que, cuando dejes de fingir, te van a premiar por responsable. 

2. - Si sientes que la situación a la que vas a enfrentarte te supera, haz lo que yo. No le prestes atención hasta que sea imposible postergarlo. Obvio, no podrás evitarlo por siempre, pero mientras mejores sean tus excusas, mejor saldrá todo. Lo mejor de esta jugada es que si te haces 'pato' lo suficiente, alguien terminará haciendo las cosas por ti. Trata de que no noten tus intenciones.

3. - Pásale tu estrés a los otros. No dejes que tu pareja, tus amigos o tus familiares te carguen la mano. Si algo que dicen te empieza a presionar, aprovecha para rebortarlo. Por ejemplo, cuando alguien te recuerda que tienes mucho papeleo por hacer, miéntele descaradamente: dile que ya terminaste, que fue fácil y recuérdale que lo que tiene que hacer él (o ella) es aún peor. Si no es posible, recurre a técnicas avanzadas como 'el cobro de favores', que te permitirá deslizarle tu trabajo a ese vil capataz. Trata de buscar, por lo mismo, que la gente te deba favores: haz cosas pequeñas por ellos, y deja que carguen con las verdaderas tareas.

4. - Convence a tu novi@ de que la mejor cita que pueden tener es en su casa, dándote un masaje de pies y quizas algo más. Olvida los planes, el tráfico, los gastos de comida y gasolina y la crisis económica que vive el país. Recurre a los versos amorosos de Sabines y Neruda para convencer a tu pareja de que una velada romántica cumpliéndote tus caprichos es el sueño de su vida. Si la poesía no es lo tuyo, renta películas con Sandra Bullock, Tom Hanks, Hugh Grant o Julia Roberts. Éxito casi garantizado. Por cierto, recuérdale que nadie prepara lastortas/palomitas/bocadillosaleatorios/sincronizadas como él-ella.

5. - No tengas horarios. Ésta es una difícil, porque para todo hay, tristemente, tiempos marcados. Pero trata de improvisar de vez en cuando. Salir de tu apretada rutina para comer en un lugar diferente, llegar más tarde a algún lugar, o incluso más temprano. El chiste es que no pienses en el tiempo, para que no sientas la presión de que no llegas. Por motivos obvios, aplica esta jugada en el metro. Si ves que el vagón está lleno, mejor espera el que sigue: viajarás mejor, y aunque llegues tarde unos minutos, todo lo que resta del día vas a estar más feliz. Confía en mi.

6. - Sé (o aparenta ser) inteligente. Por alguna razón, muchas veces se le exige menos esfuerzo a los más brillantes. La gente que te quiera va a tratar de aprender de ti, y quien te odie tratará de superarte. En el proceso, puedes manipularlos para que 'demuestren sus capacidades' en tareas que te correspondían a ti. Y si no, al menos verás que te es más fácil delegar, basándote en tu 'liderazgo'. Tu pones el talento y las ideas, ellos ponen el sudor de su frente. Trato justo.

7. - No los dejes olvidar JAMÁS que la amistad y el cariño son lo más importante. En vez de encerrarte en una impropia soledad, llama a tus amigos y procura reunirte con ellos para estudiar, revisar los proyectos laborales y comer. Para bien o para mal, puedes explotar el hecho de que 'somos muy unidos' para conseguir su ayuda con las cosas que no puedes hacer solo. Sí, podrías pedir ayuda a secas, pero si lo haces como te digo, se darán menos cuenta de que el trabajo en equipo lo hicieron prácticamente solos.

8. - No gastes el dinero que no tienes... mejor gasta el que tienen otros. Persigue cualquier oportunidad de ahorrar gracias a bolsillos ajenos. Si alguien saca copias, pídele que te pague las tuyas con el pretexto de redondear. Luego, le dices que no traes cambio y se lo pasas luego. Es posible que sea tan orgulloso que nunca te cobre los dos pesos. A la hora de comer, no dudes en pedir 'pruebas' de lo que comen otros, para saber que vas a pedir tú. Al final, argumenta que nada te gustó, pero habrás comido un buen bocado gratis.

9. - Date a notar en la oficina/clase. Si todos se dan cuenta de tu presencia, asociarán tu improductiva estancia con productividad, energía o al menos interés. Pero ten cuidado. No te hagas notar demasiado, pues la gente se percatará de que pasas más tiempo contando chistes y platicando que 'trabajando'.

10. - Ante todo, debes recordar lo siguiente: No importa que tan difícil sea una situación, siempre tienes que hacer esto: Lee el blogsito de confianza del Sombrerero Loco en la dosis recomendada por tu almohada de cabecera. Se lo agradecerás toda la vida. 

martes, 2 de junio de 2009

Final de semestre, stress y otros mitos urbanos

Me decepciona bastante que las fuentes disponibles para escribir mi entrada de hoy son las mismas que ayer, y apestan.  Me gusta que, cuando escribo, las letras sean parte del mensaje. Si quiero decir algo agresivo, que también sean agresivas. Pero con Times, Arial y Verdana... mejor me enfoco en los contenidos. 

Hoy, amiguitos lectores, su blogsito de confianza les va a hablar de una realidad que muchos estudiantes y trabajadores conocen (yo no, porque sólo me dedico al té y a mi blog): el es3, alias stress. Me vino la idea porque hay, como cada fin de semestre, un aluvión impresionante de gente 'enloquecida' por la presión de acabar trabajos, estudiar para exámenes y pensar, en caso de los que ya van en camino de acabar la carrera, qué van a hacer de su vida ahora. 

Todos hemos oído del stress: en la tele, de nuestros amigos, del jefe, del compañero de cubículo, de la tele, de los doctores... nos llega de todos lados, y de ninguno, porque nadie ha podido identificar cuándo y dónde nace realmente el stress. Y muchos de ustedes, inquietos y queridos lectores, lo han vivido en carne propia. Pero la pregunta clave es, ¿qué es el stress? ¿Una oscura fuerza que nos marea y nos aturde? ¿Cansancio al cuadrado? ¿Una enfermedad mental o física? ¿Una reacción autodestructiva ante el esfuerzo excesivo?
No lo sé, pero conozco los síntomas: Nerviosismo extremo, malestar general, inestabilidad emocional,  en algunos casos parálisis física o mental, etc... 

Regresando a la pregunta, teniendo en cuenta que es imposible determinar la verdadera identidad del supervillano, quiero saber una cosa más. ¿Existe, o es un amiguito imaginario como el que teníamos de niños? Esto lo pregunto porque, en realidad, hay gente que se estresa cuando la situación lo rebasa, y gente que se estresa cuando... bueno, siempre. Esa gente siempre parece encontrar una excusa para su stress: que si la crisis económica, que si los trabajos, que si el tiempo, que si la pareja... es una locura, y nótese que lo dice un hombre que usa un sombrero gigante y habla con lirones. Repito: conozco personas que sufren ante la más mínima provocación. Y lo más interesante es que, cuando salen de su problema, automáticamente encuentran una nueva manera de estresarse. Si tienen problemas con la novia, por ejemplo, y los superan, ahora se presionan porque tienen que prepararle una fiesta de aniversario. ¡Nunca están tranquilos!

También he visto gente que se preocupa por cosas irrelevantes porque no tiene nada qué hacer. Se estresan porque se aburren, porque tienen mucho tiempo libre, porque no hicieron la tarea de hoy, porque se les olvidó el paraguas (aunque no llueva), porque no vieron su programa favorito... ¿no se supone que nos presionamos por cosas que representan un riesgo, de cualquier manera? ¿O por lo menos, ante un desafío?

Esta triste realidad me hace preguntarme si el stress no lo hacemos nosotros. Quizás sea una forma de sentirnos más seguros ante el descontrol de la vida: no es que nosotros fallemos, sino que la situación es demasiado grande. Si nos estresamos (plural de cortesía, yo no me estreso) es porque, al aceptar nuestra derrota, ya no tenemos que luchar. Si acepto que la situación me supera, ya no tengo que seguir peleando. O bien, no es que seamos débiles, sino que la situación es demasiado fuerte. En la naturaleza, hay dos formas de defensa natural: luchas o huyes. Pero en el mundo humano, la sociedad parece forzarte a luchar. ¿Por qué una persona tiene que ser tan perfecta? Digo, no puedes reprobar en la escuela, ni fallarle a tu familia, quedar mal con los amigos, llegar tarde al trabajo... la sociedad pide demasiado, lo sé. Y la mente humana parece haber encontrado la defensa ideal: la única razón por la que podemos fallar en este mundo moderno es por enfermedad, y entonces nuestro poderoso 'portasombreros' crea una enfermedad. 

Otra opción es que tengamos el stress como una reacción de culpa ante el fracaso. ¿No es nefasto que tengamos que autoenfermarnos o castigarnos por una simple falla? No importa lo que suceda, no vale la pena el sufrimiento. Digo, si la vida ya es difícil, el stress, por castigo o por defensa, es no más sufrimiento adicional. Si me quedé sin chamba, ¿para qué me preocupo? Mejor me ocupo. Esa es mi filosofía. Nada es mas importante que mi Yo. Tampoco vale la pena preocuparse por nimiedades. Si repruebo un examen hoy, ¿va a importar en diez años? Bueno, si nunca lo pasé, sí. Pero si lo paso en extra, no. Y lo demás, bueno... si pierdo un trabajo, puedo encontrar otro. Si no tengo dinero, me lo puedo ganar. No digo que sea fácil, lo sé bien porque me he visto en ambas situaciones. Pero es posible. 

No sufran, amiguitos lectores. Vivan sin castigarse... no se presionen. Después de todo, todos, en más de una ocasión, cometemos errores, y a veces grandes. Estadísticamente, más o menos el 100% de la gente sufre, pierde, reprueba, se muere, la corren... las tragedias nos tocan a todos. No podemos vivir con stress. No vale la pena. Mejor, sigan leyendo éste, su blogsito de confianza, porque mañana, en la sección "El Comentario Irresponsable" que sale cada que me dan ganas, hablaremos de 10 maneras de librarnos del Stress. 

miércoles, 8 de octubre de 2008

El tiempo vuela... nosotros caemos

Hola de nuevo. Admito que me asusta un poco el hecho de que de nuevo estoy como empecé en mi blogsito. Veo pocos comentarios... y las encuestas, bueno. En todo caso, tampoco se me hace algo de profunda relevancia, porque ante todo, escribo para mi. Igualmente, me disculpo con aquellos que han querido leer y no encontraron nada ni lunes ni martes. El tiempo se me fue volando, porque estuve ocupado en cosas y cosas. Ahora mismo escribo algo a prisa.
Eso me lleva al tema de hoy. Como pasa el tiempo. ¿No les pasa que, antes de que se den cuenta, ya pasó un día... o dos... o una semana... o un mes... o un año? A mi, al menos, sí. Y me preocupa porque cada día que pasa parece ir durando cada vez menos. Y por lo mismo, me rinde cada vez menos, y lo malo es que cada vez hay más cosas que hacer.
Me acuerdo que cuando era niño, un año era larguísimo, como la cola para los boletos del metro. No podía esperar para que llegara la navidad, o los reyes, o las vacaciones. De hecho, me daba tanto tiempo que me pasó una vez esto: era un día cualquiera de mayo, digamos, y me levanté porque creí que era día de reyes. Raro, pero verdadero. O me acuerdo que hasta los días eran bien largos. Me dormía hasta en el coche, con mis papás, en los caminos más cortitos y me parecían horas de viaje (y de sueño). Puede ser que me parecía así porque, como todo niño feliz, tenía muy pocas preocupaciones y menos ocupaciones.
Ahora, en el mundo 'adulto', me pasa lo contrario. Me veo a mí mismo enredado en un mundo de gente en el cual todos, sin excepción, viven apurados. No les alcanza el tiempo, no terminan nunca de hacer algo en el tiempo propuesto, ni se pueden tomar un descanso, porque tienen que ir a otro lado: al gym, la escuela, el trabajo, por los niños, al doctor, al súper (¿o a la comer?), a la comida con X, etc, etc. Por eso hay tanto tráfico, tanto stress y tanta gente en todos lados, a todas horas. Porque si no lo haces orita, luego no hay tiempo. Lo raro es que después no hay tiempo porque... ¡nos la pasamos haciendo cosas porque después no hay tiempo! Es un círculo vicioso, irónico, cruel e implacable. Nos absorbe inevitablemente, como un remolino en el agua.
En cierto modo, el ritmo de la vida se acelera porque nosotros mismos le permitimos acelerarse, pero hay que admitir que mucho tiene que ver en esta locura la sociedad. El horario de verano, un novedoso invento que haría que cualquier torturador medieval se sintiese orgulloso, nos descompone nuestro reloj interno; los estrictísimos horarios de trabajo nos hacen vivir con miedo de las consecuencias de fallarle al reloj, aunque sea por diez minutos. No digo que debamos ser irresponsables, pero muchas cosas no tienen que ver con la responsabilidad -porque si uno trabaja en dos horas lo que otro hace en diez, ¿qué importa a qué hora llegó?- sino con el intento, siempre futil, de los hombres para imponer un orden en su vida. Para no sentir que van a la deriva y para... no sé para qué. Igual les falla todo.
Pero bueno. El punto es que no soy el único loquito que se salió de Alicia en el país de las maravillas. Léanlo y entenderán de lo que hablo, porque para mí, el Sombrerero Loco, la hora no importa. En mi reloj siempre es la hora del te. Pero para el Conejo Blanco, siempre es tarde. Es cuestión de perspectivas. Es una lástima que sea la perspectiva del conejo la que se haya popularizado. Ah, qué más da. Ya llegará mi momento... mi hora. Pero también, como todas las demás, se irá volando.

No olviden votar en las encuestas, por favor.

jueves, 25 de septiembre de 2008

No te claves (y no hablo de martillos)

Hola, amiguitos de Internet. De nuevo ando aquí escribiéndoles, hoy sí con energía, en su blogsito de confianza. Las babosadas de ayer, malas pero necesarias, me dieron una idea de la que puedo hablar: el enamoramiento. Nótese que dije ENAMORAMIENTO, NO AMOR.
¿Se acuerdan cuando conocieron a su novi@, espos@, parej@, o cualquier otro tipo de compañero amoroso? ¿O creen que conocieron a la persona ideal? ¿Cómo fue? ¿Qué sintieron? Les aseguro que muchísimas cosas. De entrada, igual y no pasa nada. Pero poco a poquito nos vamos comenzando a sugestionar de formas muy diversas (¿a poco no?): nos comenzamos a imaginar como es esa persona; le damos características que nos gustan aunque no más la hayamos visto una vez. O nos empezamos a ilusionar con que el objeto de deseo nos haga caso y hasta soñamos cómo va a ser nuestra relación con el(la), ¡incluso a largo plazo!
Sorprendente lo que hacemos. Pero estos inconscientes debrayes son solamente una parte de lo que sucede cuando comenzamos a clavarnos con alguien. Hay mejores locuras para contarles: Acabas de conocer a X. Nunca l@ habías visto , o quizás convivías con el(la) desde antes, pero aunque en un principio te daba completamente igual si estaba o no; si se veían o no, ahora te parece importante que, mínimo, se crucen sus ojos. ¡Dios mío! Una persona que antes no significaba nada para ti pasa a convertirse en un eje de tu vida diaria nada más porque... ¿por qué?
Esa es una buena pregunta. ¿Por qué nos enamoramos? No lo sé. Es raro que sólo necesitas ver o cruzar unas palabritas, que ni tienen que ser interesantes, para que alguien te guste. Y se me hace raro porque uno esperaría que aparezca la atracción cuando la conoces: ya que sabes quién es y, más importante, cómo es. Ahora, es cosa de segundos. ¿Por qué? Algunos dicen que las tan mencionadas 'Feromonas' son las responsables, pero no me consta, porque venden perfumes con las dichosas Feromonas y, seamos sinceros, si funcionaran habrían muchos más feos con pegue. Y eso nos lleva a otra teoría: la superficialidad. Todos nos enamoramos del físico. Cuando él/ella se ve bien, siempre tiene más pretendientes. Ahora, eso se puede descartar también, al menos en escencia, porque me ha tocado ver que hay quien se enamora de alguien no tan fisicamente agraciado.
¿Entonces? ¿La personalidad? No, porque, repito, basta ver a la persona unas pocas veces. ¿El espíritu? Podría ser, pero entonces ¿por qué luego duran tan poco los romances? ¿El interés? Bueno, existe y lo conocemos, pero el enamoramiento por interés orita no cuenta, porque no tiene esos síntomas que dije antes.
Parece que estamos ante un misterio de la humanidad. ¿Qué nos hace clavarnos con X o Y? No lo sé. Lo que si sé es que no es permanente. Muchas veces tenemos casos de 'amores' que parecieran dignos de novelas o películas y que, a la larga, no prosperan. Porque el enamoramiento es algo efímero por definición. ¿Y cómo no, si te estás imaginando una vida al lado de alguien que ni conoces? No sabes qué le gusta, qué no le gusta, qué hace y cómo lo hace. En un principio, por el enamoramiento, todo lo que haga te va a parecer maravilloso, perfecto y hasta vas a creer que te gusta todo lo que dice, hace y es, aunque en tu vecino de al lado detestes las mismas actitudes. Pero cuando se le acaba la gasolina a nuestra pasión todos los príncipes y princesas se vuelven sapitos (o no, porque el amor de verdad puede aparecer).
Eso es todo por hoy. Queda mucho por decir de este tema; no por nada se han escrito tantas novelas, canciones, películas y poemas de amor y pasión, pero tenemos tiempo. Además, les doy chance de que piensen y se acuerden de cuando se enamoraron de X. ¿Se acuerdan? Les aseguro que muchos hasta se imaginaron viviendo con esa persona y, por qué no, hasta la boda.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Misión Imposible: Sé Feliz

Hola de nuevo, amiguitos de Internet. El día de hoy se me ocurrió escribir de una cosa que todos debemos enfrentar en algún momento. Normalmente esperamos que la vida sea un paseo tierno y dulce, lleno de premios al final de la carrera. Pero no es así. Debemos aprender, muchas veces por las malas que la vida es una lucha. Un combate en el que te hallas solo contra el mundo; sin treguas, ni aliados, ni segundas oportunidades.
Así es. Cuando te despiertas cada día sabes que la misión, si decides aceptarla, es sobrevivir y lograr conseguir tanta satisfacción como sea humanamente posible. Y eso, gente bonita, no es fácil. Tienes que lidiar con la cama, que desde que te despiertas lucha por enredarte y evitar que te levantes; luego con el transporte público y las vías de tránsito de nuestra hermosa ciudad, y posteriormente con cualquiera que se atraviese entre tú y el final del día.
Por lo mismo, nunca puedes bajar la guardia. Todos en la jungla de asfalto son potenciales enemigos; incluso los amigos o la pareja pueden serlo. Porque todos esperamos algo, de un modo determinado y por alguna razón que los demás pueden o no entender. En oposición, los demás quieren hacer lo que les parece mejor y a su modo. Buscarán, como es natural, convencer (u obligar) a la gente que esa es la mejor elección. Y tú, por tu parte, debes de hacer lo mismo.
No es egoísmo, ni es mala onda, y mucho menos son ganas de lastimar, pero si tú no lo haces, otros lo van a hacer. Si quieres comer italiana, no te conformes con una pizza de microhondas. Lucha por vivir a tu manera; 'vive tu sueño, Wilson' diría House. Si te dejas intimidar en lo pequeño, no dudes que en lo grande no va a mejorar nada. Ataca, defiéndete y no te olvides de lo que deseas. Si permites que alguien más decida por ti te va a ir muy, muy mal.
Recuerdo la historia de un conocido: le decíamos el 'doctor', porque le faltaban como dos meses para acabar la carrera, que él, por cierto, odiaba. Entonces, en un último acto de respeto a sí mismo (La verdad te hará libre), se largó de la Facultad de Medicina y hoy en día se dedica a un trabajo sin futuro, ni lujos, ni oportunidades de crecimiento, pero que lo hace menos infeliz que la medicina. Su historia es, en una medida, triste, y en otra, feliz. Si se hubiera rebelado contra aquella decisión que le impusieron antes, podría haberse dedicado a lo que siempre quiso: la fotografía. Pero si se hubiera conformado por simple comodidad o por miedo, sería el doctor más infeliz del mundo, y sus pacientes... mejor ni hablar.
Sigue tus instintos. Si algo no te late, no te calles. Si no quieres hacer algo de lo que no te sientes orgulloso, renuncia. La vida no es para que le saques todo el jugo que puedas. Es una lucha en la que es mejor morir que doblegarse, matar o morir. Si tú no te cuidas, nadie lo hará por ti. Nunca renuncies, ni accedas a lo que no es lo que quieres. Decía mi abuelo que el que poco pide, poco merece, y es cierto. Hoy en día nos enseñan a buscar el éxito, pero se olvidan de enseñarnos que el éxito no debe ser nunca más importante que la felicidad; no vale la pena sacrificar lo que somos por lograr tener algo seguro en la vida.
Cada día es la oportunidad que tenemos de alcanzar la gloria, de saborear la libertad; de ser lo que siempre quisimos ser, pero que muchos no se atreven a ser. No renuncien a eso en pos de algo que les han metido en la cabeza. No se vendan por sueños que no son los suyos. Recuerden la historia de la humanidad: los verdaderos triunfadores son aquellos que se dedicaron a hacer lo que quisieron y que vivieron siendo ellos mismos. Los demás, bueno. Miren al frustrado que todos conocemos, que tiene un trabajo estable, o un coche, o una mujer que parece de revista, y que no es feliz. ¿A eso quieren llegar? Si la respuesta es 'Sí, eso quiero', allá ustedes. Si no, empiecen a luchar por sus sueños; y recuerden. Los sueños y el honor son lo único que no les pueden quitar.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Relaciones a prueba de compromiso

Hay una cosa que les quiero contar hoy. Normalmente, cuando salimos con alguien, terminamos enredados en una relación que nos obliga a poner esfuerzo y tiempo de una forma casi obligatoria, aunque a veces no queramos. Nos vemos presionados a hacer cosas que normalmente no haríamos y a soportar cosas que normalmente no soportaríamos. Y, cuando no hay 'amor' (a falta de un término mejor), todo se puede convertir en un infierno sin que nos demos cuenta. Claro, hay momentos en que uno busca una relación de verdad, y entonces nada de lo que hayan leído aquí, ahora, les va a ayudar. Mientras tanto, si quieren divertirse un rato, sin involucrarse demasiado, aquí hay algunos consejos útiles para evitar el compromiso serio en una relación:

1.- Nunca salgas con alguien que trabaje (o estudie) contigo. Si lo haces, vas a tener que pasar mucho, mucho tiempo mirando y conviviendo con esa persona. Eso puede parecer una ventaja, pero debes tener en cuenta que ella (o él, si eres una chica) te va a estar observando todo el día. La libertad que puedes tener en tu trabajo o en la escuela se reduce drásticamente. Pero la verdadera desventaja es que, si truenan, van a tener que soportarse el uno al otro, además de los chismes que seguramente van a salir cuando la gente se entere...

2.- Evita los detalles personales (especialmente los verdaderos). Nunca des una dirección, ni un teléfono, ni nada parecido. No es malo que los des, pero entre menos sepa más difícil le será controlarte. Tampoco le presentes a tus amigos y bajo ninguna circunstancia a tu familia. Mantenlo simple: 'Yo te hablo', 'Mejor mándame un mensaje', usa el E-mail o messenger en vez del celular si es posible. Claro, hazlo discreto. Si lo prefieres, invéntale los datos y luego sal del paso con excusas como: 'Ah, sí... me quedé sin batería en el cel...', 'Qué raro. No me llegó tu mensaje', o la clásica 'Déjame ver... ¡fijate, lo anotaste mal!'.

3.- Nunca salgas con nadie que sea demasiado conocido. Mientras menos gente sepa que salen juntos, menos será la presión para que estén y sigan juntos. Asimismo, es mucho más fácil lidiar con una persona que con el ejército de amigos y conocidos que puede tener. También te será más fácil moverte en el mundo si son pocos los que te reconocen como novi@ de X.

4.- Sexo en tu propia cama, mala idea. El mejor lugar para hacerlo es cualquiera que no entre en tu espacio vital. Esto implica tu casa, tu coche y cualquier otro sitio que consideres tu guarida. Ahora, este no es punto obligatorio, pero te ayudará a que ella no se sienta verdaderamente involucrada en tu vida. Claro, trata de hacerl@ pensar que sí es parte de tu vida. Por eso, mejor llévala a su propia cama.

5.- En caso de duda, mejor truena. Si sientes que pese a todo lo anterior te estás clavando, hay dos opciones: o aceptas el compromiso, o te pelas antes de que el compromiso te acepte a tí, por las malas. Este es un punto de no retorno, y mientras más vueltas le des, más probabilidades de que alguien salga lastimado (y si tú estás siguiendo estos consejos, probablemente no serás tú). Es mejor aceptarlo: si no quieres una relación, mejor no te claves.

Bueno. Por hoy eso es todo lo que les diré. Diviértanse, hagan caso de mis consejos, o mandenme a la tostada. Pero vivan. Hagan lo que quieran... en serio, ¡Háganlo!

sábado, 6 de septiembre de 2008

Modus Vivendi

Otra vez estoy escribiendo aquí. ¿Qué tan ocioso es eso? No importa, en realidad, porque ya lo hice, y yo decidí hacerlo. Y toda la vida se trata de eso; de las decisiones que hacemos y por qué las tomamos.
Todos tenemos tendencias a actuar, pensar y vivir de cierta forma, porque sabemos qué nos interesa y qué no. Con base en esos intereses es que comenzamos a planear nuestra rutina diaria y a hacer nuestros proyectos de vida, unos más que otros. Algunos se fijan metas y organizan toda su vida con una gran facilidad; no como yo, que no se lo que voy a hacer mañana. 'Improviso mientras avanzo', dijo Indiana Jones en una de sus películas.
Ahora, lo importante no es tanto si planeamos o no. Lo importante nuestras prioridades y las metas que nos planteamos. Para algunos es algo muy concreto, como el dinero; para otros, algo terriblemente abstracto, como el triunfo o la felicidad. Pero todos queremos conseguir algo, y es eso lo que determina qué hacemos y qué no.
En ese mismo plano están nuestras prioridades (no puse la encuesta no más porque sí). Vamos buscando acercarnos a nuestros amigos, a una carrera, o cualquier otra cosa que nos haga sentir bien con nosotros mismos y que haga que la vida sea más llevadera. Para unos eso significa ir de fiesta cada fin de semana; para otros significa dedicarse tanto como puedan al éxito profesional. Pero bajo la diferencia aparente, está la misma motivación: darle sentido a nuestra vida.
¿Qué esperamos conseguir? ¿Qué nos hace felices? A todos, no sé. Pero por eso escribo estas líneas: para que cada persona se de cuenta de que no vive por inercia. Vive para divertirse, para ganar competencias, para tener dinero o para estar con su media naranja. Buscamos la manera, por imposible que parezca, de hacer lo que queremos siempre, en cualquier contexto, y no solamente porque sí. Estamos buscando algo, que muchas veces ni siquiera nosotros sabemos lo que es. ¿O me va a decir alguien que cada vez que se emborracha es por la sensación magnánima de la cruda del día siguiente? ¿O que las horas en el gimnasio son nada más por el cansancio del ejercicio? Claro que no. Siempre hay algo que queremos lograr con cada cosa que hacemos.
Estudiar, correr, dormir, sudar, beber, llorar, amar... la lista de nuestras acciones es inmensa, pero detrás de todos esos verbos que podemos juntar hay solamente unas pocas palabras. 'Hago esto porque...' Y cada quién llenelo con lo que le parezca pertinente. Quiero ser rico; quiero acostarme con X, quiero ser como Y, no quiero terminar así, me gustaría vivir de tal manera.
Muchas veces, hemos hecho cosas que no queremos hacer bajo la idea falsa de que nos gusta hacerlas, cuando la verdad es que las odiamos. Pero las toleramos, y algunos casos incluso llegan a amar esas cosas, porque son parte del camino al premio, o porque forman parte de algo que de verdad nos interesa. Piensenlo así: 'Voy al gimnasio seis veces a la semana no porque me guste el dolor en los brazos, sino porque quiero que me volteen a ver en la calle', o 'aguanto a mi suegra, porque es la mamá de mi novia'.
Aceptémoslo. Vivimos persiguiendo nuestros sueños y amarrados a nuestros 'salvadidas existenciales'. Formamos con ambos (sueños y salvavidas) un compromiso inconsciente, pero ineludible. Perseguimos algo, a través de el mundo exterior, que le dé forma a nuestro mundo interior. Así es la vida. Un maestro de filosofía, hombre muy sabio, me contó que buscamos la llave de la felicidad afuera, cuando está adentro. Lo que no terminó de decir es que el ser humano solamente puede encontrarse a sí mismo, y todo lo que lleva dentro, buscando en el mundo de afuera.
Los dejó con esta idea. La próxima vez que vayan a la cena familiar de su pareja, al concierto que sea, a la fiesta que vayan o que se queden hasta tarde trabajando, pregúntense a sí mismos y respondan con sinceridad: ¿Qué quiero lograr? ¿qué me trajo aquí? ¿por qué hago esto?
No se torturen. Solamente hagánlo y luego ríanse. Porque ya lo hicieron, y porque ya se conocen un poquito más a ustedes mismos.