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martes, 2 de junio de 2009

Final de semestre, stress y otros mitos urbanos

Me decepciona bastante que las fuentes disponibles para escribir mi entrada de hoy son las mismas que ayer, y apestan.  Me gusta que, cuando escribo, las letras sean parte del mensaje. Si quiero decir algo agresivo, que también sean agresivas. Pero con Times, Arial y Verdana... mejor me enfoco en los contenidos. 

Hoy, amiguitos lectores, su blogsito de confianza les va a hablar de una realidad que muchos estudiantes y trabajadores conocen (yo no, porque sólo me dedico al té y a mi blog): el es3, alias stress. Me vino la idea porque hay, como cada fin de semestre, un aluvión impresionante de gente 'enloquecida' por la presión de acabar trabajos, estudiar para exámenes y pensar, en caso de los que ya van en camino de acabar la carrera, qué van a hacer de su vida ahora. 

Todos hemos oído del stress: en la tele, de nuestros amigos, del jefe, del compañero de cubículo, de la tele, de los doctores... nos llega de todos lados, y de ninguno, porque nadie ha podido identificar cuándo y dónde nace realmente el stress. Y muchos de ustedes, inquietos y queridos lectores, lo han vivido en carne propia. Pero la pregunta clave es, ¿qué es el stress? ¿Una oscura fuerza que nos marea y nos aturde? ¿Cansancio al cuadrado? ¿Una enfermedad mental o física? ¿Una reacción autodestructiva ante el esfuerzo excesivo?
No lo sé, pero conozco los síntomas: Nerviosismo extremo, malestar general, inestabilidad emocional,  en algunos casos parálisis física o mental, etc... 

Regresando a la pregunta, teniendo en cuenta que es imposible determinar la verdadera identidad del supervillano, quiero saber una cosa más. ¿Existe, o es un amiguito imaginario como el que teníamos de niños? Esto lo pregunto porque, en realidad, hay gente que se estresa cuando la situación lo rebasa, y gente que se estresa cuando... bueno, siempre. Esa gente siempre parece encontrar una excusa para su stress: que si la crisis económica, que si los trabajos, que si el tiempo, que si la pareja... es una locura, y nótese que lo dice un hombre que usa un sombrero gigante y habla con lirones. Repito: conozco personas que sufren ante la más mínima provocación. Y lo más interesante es que, cuando salen de su problema, automáticamente encuentran una nueva manera de estresarse. Si tienen problemas con la novia, por ejemplo, y los superan, ahora se presionan porque tienen que prepararle una fiesta de aniversario. ¡Nunca están tranquilos!

También he visto gente que se preocupa por cosas irrelevantes porque no tiene nada qué hacer. Se estresan porque se aburren, porque tienen mucho tiempo libre, porque no hicieron la tarea de hoy, porque se les olvidó el paraguas (aunque no llueva), porque no vieron su programa favorito... ¿no se supone que nos presionamos por cosas que representan un riesgo, de cualquier manera? ¿O por lo menos, ante un desafío?

Esta triste realidad me hace preguntarme si el stress no lo hacemos nosotros. Quizás sea una forma de sentirnos más seguros ante el descontrol de la vida: no es que nosotros fallemos, sino que la situación es demasiado grande. Si nos estresamos (plural de cortesía, yo no me estreso) es porque, al aceptar nuestra derrota, ya no tenemos que luchar. Si acepto que la situación me supera, ya no tengo que seguir peleando. O bien, no es que seamos débiles, sino que la situación es demasiado fuerte. En la naturaleza, hay dos formas de defensa natural: luchas o huyes. Pero en el mundo humano, la sociedad parece forzarte a luchar. ¿Por qué una persona tiene que ser tan perfecta? Digo, no puedes reprobar en la escuela, ni fallarle a tu familia, quedar mal con los amigos, llegar tarde al trabajo... la sociedad pide demasiado, lo sé. Y la mente humana parece haber encontrado la defensa ideal: la única razón por la que podemos fallar en este mundo moderno es por enfermedad, y entonces nuestro poderoso 'portasombreros' crea una enfermedad. 

Otra opción es que tengamos el stress como una reacción de culpa ante el fracaso. ¿No es nefasto que tengamos que autoenfermarnos o castigarnos por una simple falla? No importa lo que suceda, no vale la pena el sufrimiento. Digo, si la vida ya es difícil, el stress, por castigo o por defensa, es no más sufrimiento adicional. Si me quedé sin chamba, ¿para qué me preocupo? Mejor me ocupo. Esa es mi filosofía. Nada es mas importante que mi Yo. Tampoco vale la pena preocuparse por nimiedades. Si repruebo un examen hoy, ¿va a importar en diez años? Bueno, si nunca lo pasé, sí. Pero si lo paso en extra, no. Y lo demás, bueno... si pierdo un trabajo, puedo encontrar otro. Si no tengo dinero, me lo puedo ganar. No digo que sea fácil, lo sé bien porque me he visto en ambas situaciones. Pero es posible. 

No sufran, amiguitos lectores. Vivan sin castigarse... no se presionen. Después de todo, todos, en más de una ocasión, cometemos errores, y a veces grandes. Estadísticamente, más o menos el 100% de la gente sufre, pierde, reprueba, se muere, la corren... las tragedias nos tocan a todos. No podemos vivir con stress. No vale la pena. Mejor, sigan leyendo éste, su blogsito de confianza, porque mañana, en la sección "El Comentario Irresponsable" que sale cada que me dan ganas, hablaremos de 10 maneras de librarnos del Stress. 

lunes, 29 de septiembre de 2008

¡Qué le corten la cabeza!

Antes de empezar, les pido nuevamente una disculpa. No pude escribirles nada este fin porque estuve ocupado. No paré ni un minuto, y lo peor es que no fue en nada placentero. Bueno; tampoco me estuvieron torturando unos judiciales, pero ustedes me entenderán (y si no ni modo, pero el intento se hizo). Lo que importa es que hoy estoy de nuevo listo para darles algo en que ocupar sus ociosas y, por tanto, creativas mentes.
¿Están al tanto de que hay una iniciativa para promover la pena de muerte como castigo a los secuestradores que maten, violen o mutilen, no? Que interesante. Obviamente, mi punto es que ustedes piensen si están a favor o en contra, pero antes de que me respondan, vamos a recordar algunas cosas de la pena de muerte.
Desde hace mucho tiempo, el hombre siempre ha sentido la imperiosa necesidad de hacer justicia. Y como la gente (por desgracia) reacciona mejor ante la amenaza del castigo que ante la promesa del premio, siempre buscamos nuevas y más 'intimidantes' formas de hacer desistir a los criminales de sus empresas maliciosas. Matarlos, como es obvio, es una de las más exitosas en este sentido: ¿después de todo, quién no le teme a la muerte, y más si es dolorosa y violenta?
Hagamos memoria: Los mismos griegos, tan civilizados y reconocidos por sus filósofos castigaron a uno de sus hijos más famosos con la muerte. Sócrates, pues, bebió la cicuta y murió. Los antiguos romanos, ya más violentos, mataban como si fuera jugar al dominó: Brutus y compañía conspiraron para matar a César, Marco Antonio se mató solo cuando fue vencido junto a Cleopatra, que también se suicidó. Los samurai, siguiendo su código de vida, practicaban el sepukku, mal llamado harakiri como parte de una muerte ritual, honorable, pero impuesta. Incluso los aztecas y los otros pueblos prehispánicos practicaban sacrificios humanos, en otro contexto, pero es importante mencionarlo.
Y no olvidemos el tan dulce medioevo: La Santísima Inquisición inventó cientos de nuevas y mejores formas de acabar con una vida (y salvar el alma, de paso); también los cazadores de brujas, los señores feudales, etc. Desde la horca, las hogueras, la prueba de la bruja (río, mujer sumergida; si sale es bruja, y la matan, si se ahoga es una mujer santa que murió en paz con Dios), las torturas que a todos nos encantan tales como la dama de hierro, el estómago hinchado con agua y otros tantos clásicos: todos los debemos a gente que creyó que matar era lo correcto.
Aquí comenzamos con las discrepancias. En el mundo de los griegos, romanos e incluso los japoneses, la muerte es autoinfligida en ciertos casos, porque morir por la propia mano es, de cierto modo, más importante que morir en sí. La muerte es un castigo, pero es también una prueba: enfrentarse al miedo y quitarse la vida es una forma honorable de acatar la sentencia, en oposición a ser 'ejecutado' por un verdugo, lo que se consideraba cobarde. Este suicidio es, de una manera indirecta, similar a la muerte en batalla, porque requiere de valor, y aunque se trataba de un castigo severo (mucho), no se perdía la honra.
Para los mesoamericanos, la muerte no era solamente un castigo: era un premio también. Algunos sacrificados eran prisioneros, cierto; pero otros eran elegidos para ser 'ofrendas de vida' a los dioses. Aquí también hay honor, pues el sacrificio es, ante todo, un acto de valor y de misticismo.
Para el mundo romano (otra faceta) y medieval, la muerte era simple y llanamente castigo: no hay honor ni valor. En cambio, hay espectáculo, hay sufrimiento y mucho, en verdad muchísimo dolor. El circo romano mató cristianos como hoy matamos perros callejeros, pero haciéndo fiesta en el inter: leones, gladiadores, parrillas y cientos de llamativas ideas decoraban las masacres que se presentaban en el Coliseo. Y en el caso medieval, quién haya visto películas de la época (Corazón Valiente, con Mel Gibson, es uno de los mejores ejemplos que vienen a mi mente, el otro es Juana de Arco, protagonizada por la bella Milla Jovovich) entenderá lo que digo: sacarle las tripas a alguien vivo o quemarlo (también vivo) son formas muy prácticas de disuadir al criminal. Por eso el castigo era público.
Ahora, volviendo al presente... no, aún no es momento de la pregunta del millón. Antes hablemos un poco más de historia moderna. La condena a muerte ha sido usada aún en formas más elegantes desde que apareció la ciencia: la silla eléctrica, la cámara de gases, inyección letal, incluso el paredón. Claro, los clásicos nunca mueren (pregúntenle a Sadam).
¿Se vale? ¿Es justo? ¿Se lo merecen los criminales? Esa es la verdadera pregunta. El problema de matar y no matar es sólo uno: ¿A quién? Como decido quién merece y quién no que le quiten la vida. Si yo mato en defensa propia, no. Si mato con premeditación, traición, alevosía y ventaja; entonces sí. ¿Pero si me defiendo con premeditación, traición, etc, etc.? Porque habrá quien lo argumente; después de todo, todos defendemos nuestros intereses. Y bueno, el violador. ¿Es peor o menos peor que el secuestrador? ¿Y que el asesino? ¿Dónde queda el torturador?
Como ven, el ranking de la maldad tiene muchos huecos. Ahora sí, les pregunto: ¿están de acuerdo? ¿No? ¿POR QUÉ? Lo que yo escribo no es para que piensen una cosa o la otra. Muchos murieron injustamente por penas como las que mencioné, pero muchos otros viven y destruyen casi las mismas vidas. No puedo decidir por ustedes. Pero les puedo contar un poco de historia para que sepan; para que decidan con consciencia. Además, ¿se vale matar para evitar que maten? ¿La pena debe ser dolorosa? ¿Es un castigo, o una forma de proteger a la sociedad? Mediten, amiguitos de Internet. Y opinen, porque es la voz la que nos da poder.

Nota final: ¿Se acuerdan de la guillotina francesa? Otro encanto de la pena de muerte. Brutal y sencilla. Decidan ustedes: arte, o locura.