jueves, 23 de octubre de 2008

La locura del celular

Hola, mis queridos lectores y amiguitos de Internet. De verdad me apena mucho, como siempre, no estar escribiendo tanto como quisiera, pero mis numerosos problemas no me lo permiten. Por lo mientras, les prometo que voy a escribir mínimo una vez por semana, y ya que se normalice mi tiempo volveré a escribir más seguido.
Antes de empezar con el comentario de hoy, quiero acusar al gobierno del Distrito Federal (nuevamente) de incompetente. Con las nuevas rutas del Metrobús no llega uno más temprano, sino más tarde. Y no sólo eso; va más lleno desde el principio y es más caro. Ese Marcelino 'Pan y vino' ora si se manchó.
Bueno. Entrando al tema. Hoy, durante mis viajes épicos del día a día, me tocó ver una escena que para muchos sería normal, pero no para el hombre del sombrero. Había ocho personas en la fila para recargar las tarjetas del dichoso Metrobús, y todas estaban apretándole botoncitos a sus teléfonos. Unos para marcar, otros para mensajes, otros para música, otros para Internet. Simultáneamente, todos estaban enfrascados en el casi morboso placer de la telefonía celular.
Todos llevaban modelos muy nuevos (y caros), y además se ve que eran de los que nunca se despegan del teléfono. No está mal, pero es muy chistoso ver como nos hemos vuelto tan dependientes de la telefonía celular. Ese pequeño aparato se ha vuelto una cosa esencial de nuestra existencia cotidiana. Ya es raro ver que alguien no tenga un celular, o más, y más raro que no sienta que lo necesita, de una forma u otra.
Este impulso repentino de 'dependencia' al cel se presenta también con otras variantes: el iPod, los blackberry, etc. Pero principalmente con el teléfono celular común y corriente (bueno, no tanto, porque algo que cuesta más de tres mil pesos nunca será común y corriente). Conozco gente que literalmente sufre si no lleva su aparato. Se sienten desnudos; incomunicados del mundo. Han perdido, más que una máquina, su nexo con el mundo moderno, y en algunos casos hasta su identidad. Y no hablo de perderlo, sino de dejarlo en el coche, de quedarse sin batería, de olvidarlo en la cama... Tengo amigos que no acaban de estrenar un teléfono nuevo cuando ya están pensando en el siguiente modelo que van a comprar. Asombroso, de verdad, teniendo en cuenta que muchos de ellos, como yo, nacimos en una era donde todavía existían los teléfonos de ruedita (si no saben de lo que hablo, no tienen edad para beber alcohol legalmente; pregunten a sus abuelos).
Increíble que pasamos, como individuos, unos trece años sin siquiera conocer el celular (al menos ese es mi caso), y ahora no podamos imaginar la vida sin él. Y no hablemos de sociedad, porque la humanidad ha existido desde hace unos 20,000 años y el celular apenas salió en el siglo XX. Fue una revolución mayor que la de la computadora, lo que es decir mucho, porque también creció de la nada hasta volverse una cosa de la que muchos también dependen. No cabe duda de que el celular llegó para quedarse, y posiblemente todavía le queden sorpresas para darnos.
Por ejemplo, oí en un programa de radio que ya se investiga la posibilidad de que los celulares se conviertan en nuestra identidad del futuro: se convertirá en nuestra identificación (adiós al CURP y RFC), por lo que el número será intransferible y completamente personal, a través de el haremos nuestras compras y manejaremos nuestras cuentas bancarias; ese aparato y el concepto que le da vida de verdad pasarán a ser nuestro vínculo con el mundo. Un alma electrónica. Interesante, aunque también algo escalofriante. Recuerdo las novelas de Huxley (Un mundo feliz) y Orwell (1984), no al grado extremo que ahí se muestra, pero sí en el sentido de crear un mundo bastante más mecánico, donde todos nos definimos por un número, en este caso, el del celular.
Pero aún no llegamos a eso. En el hoy, me quedan unas pocas preguntas para invitarlos a reflexionar: ¿el celular es un lujo, o una necesidad? ¿les parece adecuado que nuestro celular se convierta en una herramienta de identificación? ¿qué es, hoy en día, el teléfono celular? Una herramienta, o un juguete de moda... quizás una parte de la vida de un hombre. Un medio por el cual una persona se une a todas las demás, sin importar el momento ni el lugar. Sonará fuerte, pero puede que estemos frente a una de las primeras formas de evolución electrónica del ser humano: un apéndice que nos permite, de cierto modo, fundirnos en una red colectiva; a través de la cual el mundo es pequeñito. Nos pertenece.
Dije una vez 'Todo cabe en un sombrero...', pero comienzo a pensar que donde cabe todo es en la memoria del celular.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

creo q si lamentablemente somo víctimas de ese artilugio. es como si en la prehistoria no tuvieras fuego... -bueno mal ejemplo no creo q el tener fuego se convirtiera en una moda, pero pensándolo bien estamos convirtiendolo -el cel- en una necesidad.
En fin me están llamando por el cel, nos vemos sombrerero
PD tu # no corresponde...

Anónimo dijo...

Que onda carnal, gracias por hablar de mi en tu artículo.
Si, me confiezo que soy una persona que depende mucho del celular. Pensandolo bien no solo del celular jajajajajaja.

Cuidate mucho brother, nos estamos viendo.

EktoradO dijo...

Llego a este blog de rebote y no puedo evitar opinar.

Cierto, como dicen arriba. Es una necesidad creada, como muchas cosas humanas. Como los condimentos, el alcohol, las drogas, la política y las mismas computadoras. Lo importante sería señalar cuales de esas necesidades creadas vale la pena conservar.

Ahora, yo creo (y mis creencias suelen ser... poco creídas) que la telefonía celular creó la necesidad de andar "comunicado" todo tiempo, como si la reflexión y placer solitarios fueran condenables al extremo. Es esto último lo que me parece condenable o al menos no aceptable para mí. Algún chairo argumentaría que todo es obra del gran capital para dominarnos a todo. No es descabellado, pero tampoco necesariamente cierto.

Además, hay casos que sueles confundirse las necesidades. Como la de la seguridad, a veces fundida con el cínico deseo de controlar. Leía hace unos meses que ciudadanos de la capital de Kenia, Nairobi, apoyarían al 100 por ciento un proyecto trasnacional de instalar un cable submarino que haría posible una mejor comunicación inalámbrica. Uno de los entrevistados aseguraba que, de no ser por si teléfono celular, uno de sus vecinos habría muerto en la riña callejera. Así solemos pensar tanto en Nairobi como en la Ciudad de México, y le agregamos algunas necesidades sociales inventadas apenas ayer.

El consumo de celulares va a aumentar (para desgracia de los congoleños que extraen al Coltán que se usa en su fabricación, en una guerra sostenida para extraer todo el mineral posible)y ahora sí, estaremos bien jodidos, pero comunicados.

Además, está de terror eso de que "Yo soy Telcel..." hay nanita, Big Brother. Im back in 1984!!!

En fin, como ya se me hizo costumbre decir, es cosa de enfoques. Los fatalistas de ratitos luego andamos pensando con el estómago y nos aventamos una Big Mac...
Interesante tu blog, espera más comentarios míos.
SALUDOS